Page 45 - El Retorno del Rey
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—Tengo conmigo treinta hombres —dijo Halbarad—. Todos los de nuestra
sangre que pude reunir con tanta prisa; pero los hermanos Elladan y Elrohir nos
han acompañado, pues desean ir a la guerra. Hemos cabalgado lo más rápido
posible, desde que llegó tu llamada.
—Pero yo no os llamé —dijo Aragorn—, salvo con el deseo; a menudo he
pensado en vosotros, y nunca más que esta noche; sin embargo, no os envié
ningún mensaje. ¡Pero vamos! Todas estas cosas pueden esperar. Nos encontráis
viajando de prisa y en peligro. Acompañadnos por ahora, si el rey lo permite.
En realidad, la noticia alegró a Théoden.
—¡Magnífico! —dijo—. Si estos hombres de tu misma sangre se te parecen,
mi señor Aragorn, treinta de ellos serán una fuerza que no puede medirse por el
número.
Los jinetes reanudaron la marcha, y Aragorn cabalgó algún tiempo con los
Dúnedain; y luego que hubieron comentado las noticias del Norte y del Sur,
Elrohir le dijo:
—Te traigo un mensaje de mi padre: Los días son cortos. Si el tiempo apremia,
recuerda los Senderos de los Muertos.
—Los días me parecieron siempre demasiado cortos para que mi deseo se
cumpliera —respondió Aragorn—. Pero grande en verdad tendrá que ser mi
prisa si tomo ese camino.
—Eso lo veremos pronto —dijo Elrohir—. ¡Pero no hablemos más de estas
cosas a campo raso!
Entonces Aragorn le dijo a Halbarad:
—¿Qué es eso que llevas, primo? —Pues había notado que en vez de lanza
empuñaba un asta larga, como si fuera un estandarte, pero envuelta en un
apretado lienzo negro y atada con muchas correas.
—Es un regalo que te traigo de parte de la Dama de Rivendel —respondió
Halbarad—. Lo hizo ella misma en secreto y fue un largo trabajo. Y también te
envía un mensaje: Cortos son ahora los días. O nuestras esperanzas se cumplirán,
o será el fin de toda esperanza. ¡Adiós, Piedra de elfo!
Y Aragorn dijo:
—Ahora sé lo que traes. ¡Llévalo aún en mi nombre algún tiempo! —Y
dándose vuelta miró a lo lejos hacia el norte bajo las grandes estrellas, y se
quedó en silencio y no volvió a hablar mientras duró la travesía nocturna.
La noche era vieja y el cielo gris en el este cuando salieron por fin del Valle del
Bajo y llegaron a Cuernavilla. Allí decidieron descansar un rato, y deliberar.
Merry durmió hasta que Legolas y Gimli lo despertaron.