Page 49 - El Retorno del Rey
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—Ya ha pasado una hora desde el mediodía —dijo Éomer—. Antes de la
noche del tercer día a contar desde ahora llegaremos al Baluarte. Será la primera
noche después del plenilunio, y la revista de armas convocada por el rey se
celebrará al día siguiente. Imposible adelantarnos, si hemos de reunir todas las
fuerzas de Rohan.
Aragorn permaneció un momento en silencio.
—Tres días —murmuró—, y el reclutamiento de los hombres de Rohan
apenas habrá comenzado. Pero ya veo que no podemos ir más de prisa. Alzó la
mirada al cielo, y pareció que había decidido algo al fin; tenía una expresión
menos atormentada. En ese caso, y con vuestro permiso, Señor, he de tomar una
determinación que me atañe a mí y a mis gentes. Tenemos que seguir nuestro
propio camino y no más en secreto. Pues para mí el tiempo del sigilo ha pasado.
Partiré hacia el Este por el camino más rápido, y cabalgaré por los Senderos de
los Muertos.
—¡Los Senderos de los Muertos! —repitió, temblando, Théoden—. ¿Por qué
los nombras? —Éomer se volvió y escrutó el rostro de Aragorn, y a Merry le
pareció que los jinetes más próximos habían palidecido al oír esas palabras—. Si
en verdad hay tales senderos —prosiguió el rey—, la puerta está en el Sagrario;
pero ningún hombre viviente podrá franquearla.
—¡Ay, Aragorn, amigo mío! dijo Éomer. Tenía la esperanza de que
partiríamos juntos a la guerra; pero si tú buscas los Senderos de los Muertos, ha
llegado la hora de separarnos, y es improbable que volvamos a encontrarnos
bajo el sol.
—Ese será, sin embargo, mi camino —dijo Aragorn—. Mas a ti, Éomer, te
digo que quizá volvamos a encontrarnos en la batalla, aunque todos los ejércitos
de Mordor se alcen entre nosotros.
—Harás lo que te parezca mejor, mi señor Aragorn —dijo Théoden—. Es tu
destino tal vez transitar por senderos extraños que otros no se atreven a pisar. Esta
separación me entristece y me resta fuerzas; pero ahora tengo que partir, y ya
sin más demora, por los caminos de la montaña. ¡Adiós!
—¡Adiós, Señor! —dijo Aragorn—. ¡Galopad hacia la gloria! ¡Adiós, Merry!
Te dejo en buenas manos, mejores que las que esperábamos cuando
perseguíamos orcos en Fangorn. Legolas y Gimli continuarán conmigo la
cacería, espero; mas no te olvidaremos.
—¡Adiós! —dijo Merry. No encontraba nada más que decir. Se sentía muy
pequeño, y todas aquellas palabras oscuras lo desconcertaban y amilanaban. Más
que nunca echaba de menos el inagotable buen humor de Pippin. Ya los jinetes
estaban prontos, los caballos piafaban, y Merry tuvo ganas de partir y que todo
acabase de una vez.
Entonces Théoden le dijo algo a Éomer, y alzó la mano y gritó con voz
tenante, y a esa señal los jinetes se pusieron en marcha. Cruzaron el desfiladero,