Page 53 - El Retorno del Rey
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grupa  de  Roheryn.  Halbarad  levantó  entonces  un  gran  cuerno,  y  los  ecos
      resonaron  en  el  Abismo  de  Helm;  y  a  esa  señal  partieron  al  galope,  y
      descendieron  al  Valle  del  Bajo  como  un  trueno,  mientras  los  hombres  que
      permanecían en la Empalizada o el Torreón los contemplaban estupefactos.

      Y mientras Théoden iba por caminos lentos a través de las colinas, la Compañía
      Gris  cruzaba  veloz  la  llanura,  llegando  a  Edoras  en  la  tarde  del  día  siguiente.
      Descansaron un momento antes de atravesar el valle, y entraron en el Baluarte al
      caer de la noche.
        La Dama Eowyn los recibió con alegría, pues nunca había visto hombres más
      fuertes  que  los  Dúnedain  y  los  hermosos  hijos  de  Elrond;  pero  ella  miraba  a
      Aragorn  más  que  a  ningún  otro.  Y  cuando  se  sentaron  a  la  mesa  de  la  cena,
      hablaron largamente, y Eowyn se enteró de lo que había pasado desde la partida
      de  Théoden,  de  quien  no  había  tenido  más  que  noticias  breves  y  escuetas;  y
      cuando le narraron la batalla del Abismo de Helm, y las bajas sufridas por el
      enemigo, y la acometida de Théoden y sus jinetes, le brillaron los ojos.
        Pero al cabo dijo:
        —Señores, estáis fatigados e iréis ahora a vuestros lechos, tan cómodos como
      lo  ha  permitido  la  premura  con  que  han  sido  preparados.  Mañana  os
      procuraremos habitaciones más dignas.
        Pero Aragorn le dijo:
        —¡No,  señora,  no  os  preocupéis  por  nosotros!  Bastará  con  que  podamos
      descansar aquí esta noche y desayunar por la mañana. Porque la misión que he
      de cumplir es muy urgente y tendremos que partir con las primeras luces.
        La Dama sonrió, y dijo:
        —Entonces, señor, habéis sido muy generoso, al desviaros tantas millas del
      camino para venir aquí, a traerle noticias a Eowyn, y hablar con ella en su exilio.
        —Ningún hombre en verdad contaría este viaje como tiempo perdido —le
      dijo Aragorn—; no obstante, no hubiera venido si el camino que he de tomar no
      pasara por el Sagrario.
        Y ella le respondió como si lo que tenía que decir no le gustara:
        —En ese caso, señor, os habéis extraviado, pues del Valle Sagrado no parte
      ninguna  senda,  ni  al  este  ni  al  sur;  haríais  mejor  en  volver  por  donde  habéis
      venido.
        —No, señora —dijo él—, no me he extraviado; conozco este país desde antes
      que  vos  vinierais  a  agraciarlo.  Hay  un  camino  para  salir  de  este  valle,  y  ese
      camino  es  el  que  he  de  tomar.  Mañana  cabalgaré  por  los  Senderos  de  los
      Muertos.
        Ella  lo  miró  entonces  como  agobiada  por  un  dolor  súbito,  y  palideció,  y
      durante un rato no volvió a hablar, mientras todos esperaban en silencio.
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