Page 55 - El Retorno del Rey
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capitán, y no podría abandonar el cargo, estuviese o no cansado de él.
—¿Siempre seré yo la elegida? —replicó ella amargamente—. ¿Siempre
tendré yo que quedarme en casa cuando los caballeros parten, dedicada a
pequeños menesteres mientras ellos conquistan la gloria, para que al regresar
encuentren lecho y alimento?
—Quizá no esté lejano el día en que nadie regrese —dijo Aragorn—.
Entonces ese valor sin gloria será muy necesario, pues ya nadie recordará las
hazañas de los últimos defensores. Las hazañas no son menos valerosas porque
nadie las alabe.
Y ella respondió:
—Todas vuestras palabras significan una sola cosa: Eres una mujer, y tu
misión está en el hogar. Sin embargo, cuando los hombres hayan muerto con
honor en la batalla, se te permitirá quemar la casa e inmolarte con ella, puesto
que ya no la necesitarán. Pero soy de la Casa de Eorl, no una mujer de servicio.
Sé montar a caballo y esgrimir una espada y no temo el sufrimiento ni la muerte.
—¿A qué teméis, señora? —le preguntó Aragorn.
—A una jaula. A vivir encerrada detrás de los barrotes, hasta que la
costumbre y la vejez acepten el cautiverio, y la posibilidad y aun el deseo de
llevar a cabo grandes hazañas se hayan perdido para siempre.
—Y a mí me aconsejabais no aventurarme por el camino que he elegido,
porque es peligroso.
—Es el consejo que una persona puede darle a otra —dijo ella—. No os pido,
sin embargo, que huyáis del peligro, sino que vayáis a combatir donde vuestra
espada puede conquistar la fama y la victoria. No me gustaría saber que algo tan
noble y tan excelso ha sido derrochado en vano.
—Ni tampoco a mí —replicó Aragorn—. Por eso, señora, os digo: ¡Quedaos!
Pues nada tenéis que hacer en el Sur.
—Tampoco los que os acompañan tienen nada que hacer allí. Os siguen
porque no quieren separarse de vos… porque os aman.
Y dando media vuelta Eowyn se alejó desvaneciéndose en la noche.