Page 131 - Las enseñanzas secretas de todos los tiempos
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La visión es el más famoso de todos los fragmentos herméticos y contiene una
presentación de la cosmogonía hermética y las ciencias secretas de los egipcios con
respecto a la cultura y el desarrollo del alma humana. Durante algún tiempo, fue
llamada erróneamente «el Génesis de Enoch», pero en la actualidad tal error ha sido
rectificado. Mientras preparaba la interpretación de la filosofía simbólica oculta en La
visión de Hermes que expondrá a continuación, el autor de este libro ha tenido a mano
las siguientes obras de referencia: El divino Poimandres de Hermes Mercurio
Trismegisto (Londres, 1650), traducida del árabe y del griego por el doctor Everard;
Hermética (Oxford, 1924), editada por Walter Scott; Hermes, The Mysteries of Ancient
Egypt (Filadelfia, 1925), de Édouard Schuré, y The Thrice Greatest Hermes (Londres,
1906), de G. R. S. Mead. Al material que contienen estos volúmenes ha añadido
comentarios basados en la filosofía esotérica de los antiguos egipcios, además de
aclaraciones derivadas en parte de otros fragmentos herméticos y en parte del arcano
secreto de las ciencias herméticas. Para mayor claridad, se ha preferido la forma
narrativa, en lugar del estilo original en forma de diálogo, y se han sustituido las
palabras obsoletas por otras actualmente en uso.
Mientras deambulaba por un lugar pedregoso y solitario, Hermes se entregó a la
meditación y la oración. Siguiendo las instrucciones secretas del Templo, poco a poco
fue liberando su conciencia superior de la esclavitud de sus sentidos físicos y, una vez
liberado, su naturaleza divina le reveló los misterios de las esferas trascendentales.
Contempló una figura imponente y sobrecogedora: era el Gran Dragón, que tenía las
alas extendidas en el cielo y cuyo cuerpo irradiaba luz en todas direcciones. (Según los
Misterios, la Vida Universal se representaba como un dragón). El Gran Dragón llamó a
Hermes por su nombre y le preguntó por qué meditaba así sobre el Misterio del
Mundo. Aterrorizado por el espectáculo, Hermes se postró ante el Dragón y le suplicó
que le revelara su identidad. La enorme criatura le respondió que era Poimandres, la
Mente del Universo, la Inteligencia Creativa y el Emperador absoluto de Todo.
(Schuré identifica a Poimandres con el dios Osiris). Entonces Hermes suplicó a
Poimandres que le revelara la naturaleza del universo y la constitución de los dioses.
El Dragón accedió y le pidió a Trismegisto que retuviera su imagen en la cabeza.
De inmediato cambió la forma de Poimandres. En el lugar donde había estado
quedó un resplandor espectacular que palpitaba. Aquella Luz era la naturaleza
espiritual del propio Gran Dragón. Hermes «ascendió» al centro de aquel Fulgor
divino y el universo de objetos materiales se desvaneció de su conciencia. Entonces
sobrevino una gran oscuridad que, al expandirse, se tragó la Luz. Todo se puso