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Nos resultó difícil conseguir un buen terreno para la iglesia. Un hombre que era
                dueño de terreno en la ciudad, me dijo: “Me gustaría vendérsela a usted, pero mi es-
                posa es católica y no quiere vender la propiedad a una iglesia evangélica”.

                  Después de muchas luchas alquilamos una parte de un terreno con opción de com-
                pra. Montamos la tienda y estuvimos listos para comenzar la cruzada. Después de la
                primera noche, los vecinos fueron a la prensa, radio y televisión para decir que no
                querían una iglesia evangélica en su barrio.
                Era en ese momento o nunca.

                  Esa cruzada fue la más difícil de todas. ¿Habrá algo que no aprendí de todo eso?
                Nos hicieron la contra por todos lados. Afirmaron que la música estaba muy alta, nos
                acusaron de tratar de envenenar y atraer a los niños del parque con dulces... La batalla
                continuó. Habíamos preparado un poco de material promocional para publicidad de
                la nueva iglesia, pero no fue necesario. En la segunda mañana apareció en nuestra
                propiedad gente del periódico, de la televisión y la radio; querían saber quiénes éra-
                mos y qué hacíamos. Éramos la noticia de la ciudad de manera que aparecimos en to-
                dos los medios de comunicación en el horario principal. Se estableció contacto con el
                Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto en Buenos Aires para demostrar quiénes
                éramos. Pero Dios fue fiel y nos ayudó. Incluso fuimos a visitar a un sacerdote que
                estaba hablando de nosotros, para saber qué estaba diciendo.




                  Continuamos con los servicios por las noches en esa propiedad durante varios me-
                ses. Fue una dura lucha espiritual, tanto física como emocionalmente. Llegamos a la
                situación de decidir si iríamos a los tribunales para luchar por la propiedad, porque
                los dueños, por la gran presión de los vecinos, querían romper el contrato. La pre-
                gunta era: “¿Qué hacemos?”. Oramos y pedimos consejo. Después de mucha aflicción
                nos devolvieron el depósito que habíamos efectuado por el terreno. El contrato se
                rompió y se perdió la posesión de la tierra. Nos preguntábamos a dónde iríamos con
                la nueva iglesia.

                  Guardamos algunos elementos en otra iglesia y la nueva congregación se trasladó a
                un pequeño edificio en una esquina, con capacidad para veinticinco personas o me-
                nos. Continuamos la búsqueda de un pastor.



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