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—No he trabajado mucho con tu pueblo —dijo—. Pero si eres una representante
           típica de los gnomos, claramente debo rectificarlo.


                    Saffy volvió a sonrojarse.


                    —Todos hacemos lo que podemos —dijo. Había sido escogida porque era una
           geóloga  muy  reconocida  especializada  en  mineralogía.  Los  arqueólogos  del  equipo

           debían estar buscando a los Dioses Antiguos, tecnología antigua del día del juicio, las
           cosas usuales. A Saffy la había llamado específicamente para estudiar la Azerita.


                    Dado que realmente pudieran obtener algo de Azerita. Los goblins —oh, cuánto
           odiaba a los goblins— estaban agachado sobre los visibles surcos de esa cosa y estaban

           gestionando feas incursiones mineras. Durante los últimos dos días, los miembros de la
           liga se habían mantenido alejados y seguros, observando con sus telescopios y varios
           dispositivos con los que Mekkatorque los había equipado.


                    A pesar de ser un método frustrante y crudo, Saffy ya había aprendido mucho con
           su observación. Primero que nada, la Azerita era líquida cuando sangraba de la tierra,

           volviéndose sólida solamente cuando era expuesta al aire. ¡Fascinante!

                    La otra cosa era que el suelo cerca de la espada era cálido todo el tiempo, no

           solamente durante el día. Los desiertos tenían temperaturas salvajemente cambiantes,
           desde abrasador en el día, hasta si no exactamente frío sí considerablemente más fresco
           en la noche. Pero no Silithus, no ahora.


                    Saffy estaba ansiosa por poner sus manos en más de ese material. Había sido

           añadida  al  equipo  después  de  que  el  rey  de  Stormwind  hubo  visitado  Ironforge,
           dejándolos solamente con un pequeño pedazo para estudiarlo. La siguiente tarea sería
           enviar exploradores para adquirir más muestras de Azerita, de preferencia de lugares
           diferentes.  Entonces  Saffy  podría  hacer  lo  que  más  amaba:  analizar,  estudiar  y

           comprender.


                    Le dolía –le dolía físicamente– pensar en todos esos goblins perdiendo el tiempo
           con esa sustancia preciosa. El único valor que tenía para ellos era cómo “transmutar” oro
           líquido en monedas de oro. Goblins. ¿Cómo era posible que alguien pudiera soportar

           hacer negocios con ellos? Cosas asquerosas. Todo se trataba de llamar la atención, no de
           la ciencia.


                    —Tus pensamientos no son felices, Sapphronetta —dijo Cordressa. Saffy se dio
           cuenta que, aunque su rostro aún miraba a las lunas, están haciendo muecas—. Ven.
           Vamos a comer algo. Después algunas de mis hermanas Centinelas se quedarán y te

           cuidarán mientras duermes.

                    —¿Algunas?


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