Page 155 - WORLD WC Antes de la Tormenta
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—Nuestra  reina  está  buscando  una  forma  de  incrementar  nuestros  números
           trayendo de la muerte a los caídos. Creando más renegados. Pero lo todos los que nos

           hemos reunido aquí hoy realmente deseamos de ella es saber que valore a los renegados
           que ya tiene. No solamente a nosotros como su gente, que por supuesto somos, sino como

           individuos. Que acepte que algunos de nosotros estamos conformes con sólo una segunda
           oportunidad y tal vez no queramos una tercera o cuarta sino una Última Muerte.


                    —Nos  reunimos  aquí  hoy,  pensando  en  aquellos  que  sí  experimentaron  sus
           Últimas Muertes. Se han ido al fin. Su sangre ya no corre por las venas de sus hijos ni en
           las generaciones, por lo menos nos generaciones que algún día vivirán aquí y tendrán

           interacciones con nosotros. Perdimos a esos renegados, pero también están finalmente en
           paz. Reunidos al fin con aquellos a quienes amaron en vida. Honremos sus pérdidas nunca
           olvidando sus nombres. Quiénes fueron. Lo que hicieron.


                    Vellcinda se endureció


                    —Yo empezaré. En éste día, recuerdo a Tevan Whitfield. Él era un herrero y una
           vez me dijo que estaba más asustado de la muerte como renegado de lo que había estado

           como un hombre vivo. Y, aun así, cuando se le pidió servir, lo hizo. Fabricó armas que
           permitieron a otros combatir al enemigo. Reparaba armaduras cuando se dañaban igual
           que nosotros reparábamos cuerpos cuando se dañaban. Enfrentó a su más grande temor y
           perdió esa apuesta. Siempre te recordaré, Tevan. Fuiste un buen amigo.


                    Asintió a Parqual Fintallas, quien estaba de pie junto a ella. Se aclaró la garganta
           y comenzó a hablar acerca de una mujer que había sido una guerrera en vida y en su no-

           muerte,  hasta  que  su  cuerpo  fue  hecho  pedazos  por  un  atacador  vil.  Sus  restos  se
           extendieron como ondas en un lago. El primero de los que se encontraban en el estrado,

           después los Ministros y después los Escuchas. Entonces, uno a uno, los miembros de la
           multitud comenzaron a hablar.


                    Muchos de ellos habían perdido a sus familias en ese horrible y lejano día, cuando
           Arthas volvió, que era extraño ver a alguno intacto. La mayoría de los renegados formaron
           nuevas familias, uniones hechas con aquellos que jamás conocieron en vida pero que eran
           igual de importantes.


                    Conforme  Vellcinda  escuchaba,  abrazando  a  su  amigo  Tevan  en  sus

           pensamientos,  estaba  triste,  pero  también  conforme.  Todos  lloraban,  pero  ninguno
           mostraba lágrimas. Nadie despotricaba en contra de la injusticia. Pero lo más importante
           para ella era que nadie estaba enfadado. Ella había llegado a creer que la ira no era buena

           para los renegados. Muchos ya no pensaban con claridad, con sus cerebros usualmente
           podridos a algún grado u otro. En lo que a Vellcinda respectaba, la ira solamente enlodaba
           las aguas hasta que nadie podía ver hacia dónde trataban de nadar.




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