Page 245 - WORLD WC Antes de la Tormenta
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Sylvanas había cerrado los ojos, cada opción inaceptable para ella, pero tomó la
           única decisión que pudo: obedecer la voluntad de su Jefe de Guerra, quien más tarde

           moriría  por  la  lanza  envenenada  y,  para  sorpresa  de  todos,  señalaría  a  Sylvanas
           Windrunner como líder de la Horda.


                    Ella llevó el cuerno a sus labios e hizo sonar la retirada. No le había dicho a nadie
           acerca del remordimiento que había sentido cuando, de pie en la popa de su nave, vio el

           humo verde de la explosión abajo, en dónde Varian había caído y se preguntó si estaba
           mirando los últimos y enloquecedores momentos de un guerrero poderoso.


                    Sylvanas no le diría nada de eso a nadie ahora tampoco. Pero mientras se paraba
           ante el joven rey, ella pudo ver trazos de su padre en él, que habían venido con los últimos
           años. No sólo físicamente, en la estatura y el físico más musculoso de Anduin o incluso

           en la línea fuerte de una quijada determinante. Ella vio a Varian en su porte.

                    ¿Traicionaste a mi padre?


                    Más tarde, ella se cuestionaría su decisión en responder. Pero en ese momento,

           ella no tenía deseos de ofrecer falsedad.

                    —El  destino  de  Varian  Wrynn  estaba  grabado  en  piedra,  Pequeño  León.  Los

           números de la Legión se habrían asegurado de eso sin importar la decisión que tomara
           ese día.


                    Sus ojos azules buscaron en los de ella la mentira. No encontró ninguna. Algo en
           su interior se relajó levemente. Asintió.


                    —Lo que suceda aquí hoy beneficia a la Horda y a la Alianza. Estoy feliz de que
           hayas accedido a honrar éste cese al fuego. Por esto te juro que yo también acataré a ello

           y ningún miembro de la Horda será herido por ninguna mano de la Alianza éste día —
           inclinó la cabeza en reconocimiento añadió, imitando sus palabras—. Incluyendo la mía.


                    —Entonces no hay nada más que decir.


                    Él sacudió su cabeza dorada.

                    —No, no tenemos. Y me arrepiento de eso. Tal vez otro día nos volvamos a reunir

           y hablemos de otras cosas que podrían ayudar a ambos pueblos.


                    Sylvanas se permitió una pequeña sonrisa.

                    —Lo dudo mucho.









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