Page 20 - 100 años P. Cándido
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Su sencillez, también le hacía poseer una profunda identidad con la espiritualidad amigoniana, con
la Iglesia; a su estilo, pero, que ayudaba a descubrir el verdadero sentido espiritual de la vida religiosa.
Era un hombre dispuesto a ayudar a los pobres. Lo conocían como el “padre vaquero”. Ayudaba a los
productores más pobres para que pudieran trabajar y salir adelante. A veces parecía que estaba enojado,
pero era su modo. A él le interesaba únicamente que las personas descubrieran como Dios los amaba.
Cuando recibí la noticia de su fallecimiento fue triste porque estuve con él cuatro años en el Semina-
rio. Después, en República Dominicana nos veíamos. Él siempre fue muy cercano conmigo. Cuando recibí
la noticia, me sentí des concertado y a la vez, alegre por enterarme de la Pascua del hermano, porque ha-
bía dado todo lo que pudo, y era momento de que disfrutara de la pascua con Jesús.
Cuando celebrábamos el Transito del P. Fundador, él comentaba con nostalgia y sentimiento aquel
momento en que despidieron al P. Luis. Lo contaba con mucho amor, alegría, y con lágrimas en los ojos. Él
contó que el P. Luis, había estado en la casa de su familia. El Fundador, fue un referente para él, le tuvo
mucho amor.
Espero que puedan recoger muchas anécdotas y experiencias de lo que hizo. En su momento, creo
que no se valoraron tanto, pero, que es tiempo de redescubrir e inspirarnos en su ser/hacer, sobretodo, a
nosotros que lo tuvimos mucho tiempo en nuestra Provincia.”
Por Marvin Zúñiga
Fr. Ricardo Díaz
Terciario Capuchino
“Me encantaban sus clases”
Lo conocí cuando yo estuve aquí (en el Noviciado). Para mí fue una experiencia muy linda. Él me
compró todos los materiales para hacer una granja. Lo curioso fue que el día que yo salí del Noviciado y
me fui a Colombia ,él dijo: “quiten todo eso porque eso estaba ahí nada más para que Richard se entretu-
viera”. Ese detalle fue muy especial. Además, me encantaban sus clases.
Una vez, cuando él estaba en Godella, yo le escribí una carta y me la tomó un padre que fue allá y le dijo:
“padre Cándido, le escribió una carta Ricardo Díaz ¿Se acuerda? Y él le respondió: -¡No, no pero léemela,
léemela! - Yo le decía –en la carta- que si se acordaba de la experiencia de la granja; para que él me iden-
tificara, y luego me dijo el padre, que el padre Cándido, a media carta, se había puesto a llorar. Eso me
conmovió mucho, porque se pudo recordar de algunos momentos que fueron valiosos para mí.
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