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rosímil, con que se suceden los hechos de los Incas o el avance invariable
y paulatino con que cada uno ensancha las conquistas de sus antecesores.
Hay además una evidente técnica en la composición, que lo lleva a
distribuir capítulos e intercalar explicaciones y relatos diversos. Como en
La Florida uno de los Libros o partes se divide para que no aparezca des-
proporcionado con los demás y otro para que no se confundan las hazañas
de Hernando de Soto con las de su sucesor Luis de Moscoso de Alvarado,
así también hay una distribución en los Comentarios Reales. El Inca Garci-
laso corta deliberadamente la línea de su historia, alterna la relación de las
conquistas con el relato de usos y costumbres, matiza las leyes de los Incas
con la descripción de los productos de los tres Reinos naturales.
En una curiosa y expresiva estadística, se ha señalado que de los 262
capítulos 58 se ocupan de economía, 38 de religión, 17 de política, 14 de
organización social, 10 de arte, 7 de educación, 6 de ciencias, 4 de mito,
3 de derecho, .3 de lenguaje, 2 de técnica, 2 de magia, 1 de moral y 1 de
filosofía. Y Garcilaso explica por qué tales capítulos no se suceden sino
se entrecruzan. "Dicha ésta y otras algunas (leyes) seguiremos la conquista
que cada Rey hizo, y entre sus hazañas y vidas iremos entremetiendo otras
leyes y muchas de sus costumbres, maneras de sacrificios, los templos del
Sol, las casas de las vírgenes, sus fiestas mayores, el armar caballeros, el ser-
vicio de su casa, la grandeza de su corte, para que con la variedad de los
cuentos no canse tanto la lección". "Y porque la historia no canse tanto
-<anfirma en otra parte- hablando siempre de una misma cosa, será bien
entretejer las vidas de los Reyes, algunas de sus costumbres, que serán más
agradables de oir que no las guerras y conquistas, hechas casi todas de una
misma suerte". Me pareció -repite en otro lugar- "variar los cuentos,
porque no sean todos de un propósito".
La idealización del Imperio Incaico
Esos arreglos y modificaciones del Inca Garcilaso, y aun sus errores y
supresiones innegables en algunas partes de su historia, son perfectamente
explicables por lo demás y no menoscaban ni falsean su veracidad fundamen-
tal. De una parte es la propensión natural en Garcilaso a la idealización y el
arquetipo y al embellecimiento de sus recuerdos infantiles. En su tranquilo
rerlro de Córdoba, con la suave y benévola tendencia de la ancianidad que
se iniciaba, los Comentarios del Inca Garcilaso se hallan como impregnados
por una honda nostalgia, doblemente avivada por la distancia en el tiempo
y el espacio.
De otra parte son los errores inevitables en todo cronista, la imposi-
bilidad de manejar más fuentes que las que pudieron estar a su alcance (se-
ría notoria injusticia reprocharle no haber conocido lo entonces inédito, lo
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