Page 106 - Historia de la civilización peruana contemplada en sus tres etapas clásicas de Tiahuanaco, Hattun Colla y el Cuzco, precedida de un ensayo de determinación de "la ley de translación" de las civilizaciones americanas
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          La razón de la diferencia que existe entre la postura sentada
      del cadáver aimara  y  la supina del cadáver ario, no pudo ser
                                                 *
      otra que la que dejamos enunciada.
          Sólo una raza, heredera de cien razas que experimentaron
      los apremios de una peregrinación interminable  y  rodeada de pe-
      ligros  peregrinación a pecho de la cual la de los Israelitas en los
           ;
      desiertos de Arabia  y  de Siria resáltanos baladí, pudo concebir
      el mero acto de sentarse como una fruición inefable  : casi sagrada.
          Colocado en la postura ritual sentada, acondicionado en las
      envolturas fúnebres,  el cadáver de curacas  y  pallas fundadoras
      de estirpes, descansó sobre la tiana o peaña fúnebre (huatta en
      aimara, como en el caso de Coya-hatta o Coati panteón de reinas)
                                                 :
      al pie de los enterramientos del común de difuntos,  y  continuó'
      asociado en forma extraterrenal al aillo a que perteneció en vida.
          Desde luego, los antiguos peruanos creyeron en la supervi-
      vencia del espíritu, o como ellos dijeron, del pensamiento  ( yuya -
      na) sobre el cuerpo, al producirse el fenómeno de la muerte.
          Para ellos la muerte no cortó los lazos que formó la  exis-
      tencia.
          Para ellos,  el muerto continuó viviendo en forma misteriosa
      y  sutil, convertido en achachila, la vida solidaria de la comunidad,
      y  tuvo a su cargo velar en el más allá por el bienestar de sus aillu-
      masis o hermanos de aillo, conjurando los elementos, ahuyentando
      plagas  y  maleficios, neutralizando la acción de los espíritus perte-
      necientes a comunidades rivales.
          En una palabra:  el muerto andino ejerció entre los de su
      sangre la acción benéfica que  el Santo venerado en los altares
      ejerce entre nosotros los católicos.
          En las Relaciones de los antiguos cronistas de Indias resalta
      a cada paso la veneración que los antiguos peruanos consagraron
      a sus muertos.
          Polo de Ondegardo escribe a este respecto
          “ Comúnmente creyeron que las ánimas vivían después de esta
      vida; y  así pusieron excesiva diligencia en conservar los cuerpos
      y  sustentarlos y  honrarlos después de muertos.  .
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