Page 110 - Historia de la civilización peruana contemplada en sus tres etapas clásicas de Tiahuanaco, Hattun Colla y el Cuzco, precedida de un ensayo de determinación de "la ley de translación" de las civilizaciones americanas
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     cual sentarse resultó convertido de inesperada manera en tierras
     que tiemblan.
          Como quiera que sea, el titulado culto de Kon no tuvo que
     ver con los terremotos ni con los resoplidos del Averno, cosa que
     de ser justificable, habría sido mencionada por los explicadores
     de la filosofía andina anteriores a Barranca; siendo  él, buena-
     mente,  el de los Muertos Sentados, cuya metrópoli religiosa fué
     Tiahuanaco.
          Cúpoles a los Sillico Collaguas, Collaguas segundones o Pau-
     car Collas de Chucuito  y  a los Collo-Lupatas de las dependencias
     de Moquegua y   Tacna la honra de fundar el sabeísmo peruano.
          Situados los primeros en una elevada meseta, sobre la cual
     explaya de ordinario un firmamento de pureza indecible,  y esta-
     blecidos los segundos en una serie de valles asoleados, que todo lo
     debieron a la luz  y al calor del astro del día, sin echar en olvido
     el culto familiar de los Muertos, ellos inauguraron el culto del
     Sol, astro en que vieron una entidad de un orden superior a
     cuanto los rodeó.
         El advenimiento de una nueva fórmula de creencias encami-
     nada a relegar a segundo lugar el culto ancestral de los Muertos
     Sentados, ha debido ser resueltamente combatido por el sacerdote
     de Tiahuanaco.
         Este temió ver desaparecer la preponderancia religiosa  y  ci-
     vil de su urbe.
         Tebas, como quien dice, temió verse supeditada por Helio-
     polis.
         Todo nos induce a creer que aquella desavenencia entre dos
     ramas de una sola familia ancestral no tardaría en degenerar
     en abierta guerra civil.
         La confederación collolupaca expedicionaria sobre Tiahuana-
     co, pondríale cerco y  rendiríalo, después de exterminar a sus sa-
     cerdotes  y  de dispersar a su oligarquía compuesta de aillos pri-
     vilegiados.
         Y es de creer que, llevando adelante su encono, collaguas  y
     lupacas, engreídos con su triunfo, arrasarían el hipogeo de Puma
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