Page 149 - Historia de la civilización peruana contemplada en sus tres etapas clásicas de Tiahuanaco, Hattun Colla y el Cuzco, precedida de un ensayo de determinación de "la ley de translación" de las civilizaciones americanas
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HISTORIA DE    LA  CIVILIZACIÓN PERUANA       145

   Calisaya, hija del cacique don Miguel Jerónimo Calisaya, mujer
   del mestizo Juan Téllez  y  doña Petronila Illapoma Téllez, hija de
   los anteriores, madre del cacique  y  ricohombre don Roque Nina-
   ja y  Alí.
       Las tierras en que coincidieron el cacicazgo de Tarata  y  el de
   Tacna se llamaron de la “capullina”, con alusión a las dichas ca-
   pullanas Calisayas, nombre que el uso convirtió años más tarde
   en Caplina, que  es  el que  el río de Tacna conserva en nues-
   tros días.
       Los españoles conocieron a los vicecuracas con el nombre de
   “segundas personas de caciques”.
       La institución curacal de que tratamos fué una de aquellas
   que los sociólogos llaman de creación obligada, por obedecer ellas
   a una tendencia innata de los humanos a constituirse en familias
   y éstas en gens, clans  y  aillos.
       Obran en la creación de las tales instituciones, así en la fau-
   na superior como en la inferior, el amor de la madre a la prole,
   el apego del varón a la hembra, el instinto colectivo de la defen-
   sa  y  la tendencia, no menos instintiva, del poseer.
       Si de invención se trata, en el caso de la institución aillal
   que conoció la primitiva familia peruana, habrá que convenir en
   que ella correspondió a los embriocollaguas atlánticos, padres de
   los precollaguas del riñón del continente americano, padres de los
   protocollaguas de Tiahuanaco, padres de los neoaimaras del Hat-
   tun Colla  y  Paucar Colla, padres, por último, de los quechuas del
   Cuzco.
       El individuo que intervino en la sociedad andina de tal suer-
   te constituida, fué, según dicho  es, el aillumasi.
       Este, en su calidad de tal, disfrutó de las prerrogativas  y asu-
   mió los deberes consiguientes a su condición de miembro de un
   aillo determinado  y  cultivó una sayana o porción de tierra que le
   entregara el hilacata, con el beneplácito de su curaca, al llegar a
   su mayor edad, previa la ceremonia de la millga, de la minea o de
   la menea.
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