Page 174 - Historia de la civilización peruana contemplada en sus tres etapas clásicas de Tiahuanaco, Hattun Colla y el Cuzco, precedida de un ensayo de determinación de "la ley de translación" de las civilizaciones americanas
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           Llegada a su término la misión civilizadora de Tiahuanaco,
       por caducidad de sus resortes civiles  y  religiosos—contingencia a
       que están sujetos los sistemas mejor organizados— fueron los ai-
                                                      <,
       llos establecidos en las tierras ribereñas del lago sagrado, situa-
       das aquende el río Desaguadero  y  los establecidos en sus depen-
       dencias costeñas, escalonadas entre Moqueda  y  Coquimbo, las que
       en un ímpetu de rebelión incontenible se encargaron de invadir
       su territorio, arrasar sus muros, quebrar sus adoratorios, depor-
       tar su población nativa  y  trasladar, por último, a sus propias tie-
       rras las momias tutelares de la nacionalidad vencida, de que ellos
       fueron sullcos o segundones momias que, reunidas en mudo  y so-
                                 ;
       lemne cónclave, reinaron por el pasado en el hipogeo famoso de
       Puma Punco.
           Debido a ello el culto de los antepasados, que algunos confun-
       den con un titulado culto de Kon, quedó relegado a segundo lu-
       gar,  y  el culto del Sol, preconizado por la confederación vence-
       dora en aquel fiero conflicto, pasó a ocupar el primero.
           Con ello, el norte cultural que por el pasado irradió en Tia-
       huanaco, en tierras situadas allende el Desaguadero, declinó hacia
       Hattun Colla  y  Paucar  Colla, en tierras situadas aquende  el
       Desaguadero y  la civilización que de ello se derivó hízose de alto-
       peruana o como hoy diríamos boliviana, bajoperuana, para hacer-
       se sucesivamente cuzqueña o como diríamos peruana, o nacionalis-
       ta por excelencia.
           De aquel momento inicial de la historia de nuestra nación, en-
       vuelto en brumas que a una severa crítica le corresponde disipar,
       se apoderó el folklore en la forma consabida, para hacer salir a la
       divina pareja de Manco y  Mama Ocllo, hermanos e incestuosa-
       mente esposos, de la isla de Titicaca, para ir a fundar, por sí y
       ante sí, y  mediante su limitado esfuerzo individual — ¡  como si ello
       fuese posible!—la civilización cuzqueña.
           Tan cierto es que la tradición estimó insuficiente para tama-
       ña empresa las fuerzas de  los míticos personajes aquellos, que
       buen cuidado tuvo de elevar a mayor potencia, o como quien dice
       a potencia de “mito” su limitada personalidad, haciendo de Man-
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