Page 181 - Historia de la civilización peruana contemplada en sus tres etapas clásicas de Tiahuanaco, Hattun Colla y el Cuzco, precedida de un ensayo de determinación de "la ley de translación" de las civilizaciones americanas
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HISTORIA DÉ   LA  CIVILIZACIÓN PERUANA       177

    Guatanay, no fue en forma alguna una aventura desatentada, ni
    fiada al azar, camino de lo desconocido.
        Tan supieron los Capaes que tomaron la iniciativa de aque-
    lla aventura adonde se dirigían, cuanto Moisés y Josué en la his-
   toria del pueblo hebreo tratándose de la Tierra de Promisión.
        Si la elección de la tierra de Canaán dependió de un convenio
    entre los primeros patriarcas  y  Jehová, que es como si dijésemos
    entre lo prosaicamente humano  y lo sobrenatural, la elección de
    la tierra en que surgiría el imperio peruano dependió del acierto
    y previsión de una raza entendida  y  pujante que ante todo contó
    con su propio esfuerzo  y  con su propio sino.
        Años,  y  quién sabe si lustros antes de que aquello se realizase,
    los hombres cóndores, dependientes de los Capaes del lago, ha-
    bíanse enterado de la fertilidad de las tierras, abundancia de las
    aguas, apacibilidad del clima,  y  demás circunstancias que hacían
    apetecible el valle del Guatanay  y  la restante comarca cuzqueña.
        Hubo más:
        El aillar de los Capaes supo de antemano, que en las dichas
    tierras cuzqueñas, elegidas para la fundación de la capital del
    futuro imperio, no les faltarían colaboradores, retoño, como ellos
    mismos, del viejo tronco precollagua, perdidos de vista durante
    centurias, mas no menos conscientes de sus comunes orígenes, ni
    menos dispuestos a secundar sus iniciativas de vida confederada
    y  nacional, tan presto como se presentase la ocasión favorable.
        Y es, posiblemente, que en los precisos instantes en que los
    Capaes salidos de la isla maternal de Titicaca desembarcaban en
    la playa anegadiza de Juliaca, rompían la marcha, en obedeci-
    miento de una común palabra de orden, los tres Aillares restantes
    que acudieron a la cita solemne de Pacaritambo, en que fueron
    acordadas la fundación del Cuzco  y  la creación del Imperio.
        ¿De qué otra manera, de no mediar un concierto previo, ha-
    bría podido realizarse la cita memorable?...
        Esta última se nos presenta, de consiguiente, como  el resul-
    tado previsto, armónico,  y  si se quiere fatal, del querer de cuatro
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