Page 256 - Historia de la civilización peruana contemplada en sus tres etapas clásicas de Tiahuanaco, Hattun Colla y el Cuzco, precedida de un ensayo de determinación de "la ley de translación" de las civilizaciones americanas
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            La palabra significó, en substancia, cosa venerable, cosa muy
        antigua, hablando de detalles de una comarca,  y  desde luego de
        razas.
            Cualquiera que haya sido el valor etimológico de la palabra,
        decimos, subsiste el hecho de que la rama familiar por ella desig-
        nada fue fundamentalmente peruana.
            La misma, bajo la vestidura simbólica del Aillar Cachi de la
        leyenda, concurrió a la cita memorable de Pacaritambo, de consu-
        no con sus hermanos los adiares Auquis, Sara  y Uchú.
            Raza eminentemente montañesa, abstúvose de bajar al valle
        del Huatanay, en donde le habría correspondido llevar la vida se-
        dentaria de las razas agricultoras.
            Sus aillos no pasaron de Huanacauri, en donde al decir de
        la leyenda se petrificó su Aillar representativo.
            Aquel atenerse a la vida de las alturas, no tuvo un alcance
        ajeno al concurso de voluntades que contempló el cerro sagrado en
        aquella primera etapa de la fundación del Tahuantinsuyo.
            Mientras los adiares del maíz, de la coca  y  del ají bajaban
        al vade del Huatanay  y  se dedicaban a las faenas de la paz, em-
        pobrecedoras las más veces de las cualidades combativas de las
        razas,  ellos,  los Huancas, personificados en  el mítico personaje
        conocido como el Ayar de la sal, tomaron sobre sí el defender de
        enemigos exteriores el égido del Cuzco  y  los linderos, día a día
        más extensos del imperio en formación.            ,
            Al asumir el papel aquél de pueblo montañés enamorado de
        sus cumbres  natales,  los huancas  históricos dejaron en poder
        de los adiares agricultores, pudientes,  y  sedentarios del Urin Cuz-
        co, o sea del Cuzco bajo, el conjunto de sus Jiuañas, camacs o muer-
        tos que llevaron consigo a la cita de Pacaritambo, en prenda de
        que serían respetados los acuerdos federativos que los cuatro Ai-
        llares celebraron en aquella ocasión; muertos que los aillos cuz-
        queños sedentarios depositaron, sin duda, según costumbre nacio-
        nal, en las canchas de la ciudad imperial, o bien en los ceques del
        camino del Cuzco correspondientes al Cuntisuyo.
            Es de creer que día llegaría en que los Huancas ecuatorianos
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