Page 315 - Historia de la civilización peruana contemplada en sus tres etapas clásicas de Tiahuanaco, Hattun Colla y el Cuzco, precedida de un ensayo de determinación de "la ley de translación" de las civilizaciones americanas
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HISTORIA DE    LA  ,  CIVILIZACIÓN PERUANA    311

     creída trimúrtica, el valor de “los cien, o los muchos, o los innu-
     merables antepasados”, de una provincia mayor, como lo íué la
     comprendida entre la provincia incaica de Lima  y  la de Chincha.
         Acoplada a pachac en el sentido de tierra, o espacio, nos da
     la acepción: los progenitores de la tierra, o los de una vasta ex-
     tensión de tierras.
         En Wiracocha nosotros distinguimos los siguientes elementos
     lingüísticos  y  rituales: cocha  que expresa charco, o laguna,  y
     ivirá, que expresa: grasa, o parte cebosa de la carne, lo cual da
     para su entero el valor de charco de grasa .
         Por “charco de grasa” se ha de entender, dentro del jirón  y
     de las posibilidades de los antiguos ccuchus, o sacrificios, el for-
     mado por la ustión de las carnes de las reses (laníos  y  cuís) que-
     mados al pie de los dichosos Kontatas, o camacs o antepasados, o
     fundadores de estirpes andinas por obra de sus lejanos descen-
     dientes, bajo la forma de grasa líquida  y  humeante.
         En esta forma—decimos—caemos dentro de la órbita     y  de
     las posibilidades de los antiguos ccuchus; trasunto de los holocaus-
     tos practicados por las humanidades todas en la etapa primera de
     la formación de sus religiones.
         Para el entendimiento del hombre primitivo es grato al ol-
     fato de la Divinidad— y  para el sacerdocio que hace sus veces so-
     bre la tierra—la fragancia de las carnes, palpitantes, quemadas
     al fuego de las aras.
          Su humo grasoso asciende al cielo como una ofrenda percep-
     tible a los sentidos.
          El constituye la primera ofrenda de una humanidad lo bas-
     tante progredida para practicar las artes de la caza  y  del pas-
     toreo.
          La divinidad concedió a sus individuos las piezas de cetrería
     y de ganadería que aseguran su sustento,  y  nada más justo que
      dedicarle, por mano del sacerdote, cierto número de  ellas.
          El holocausto— que en sí expresa ustión de carnes—de una
     humanidad ingenua como la andina, que no alcanza aún la idea
      de un Ser Superior, puro espíritu, se dirige buenamente a los
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