Page 89 - Historia de la civilización peruana contemplada en sus tres etapas clásicas de Tiahuanaco, Hattun Colla y el Cuzco, precedida de un ensayo de determinación de "la ley de translación" de las civilizaciones americanas
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               HISTORIA DE   LA  CIVILIZACIÓN PERUANA        85

    busca de una salvación que sólo pudieron brindarle las cumbres
    del sistema montañoso de los Andes.
        En la revuelta fauna que participó de aquella angustiosa re-
    tirada, viéronse confundidas las colectividades humanas autoras
    de los primeros conatos de civilización de que fueron teatro las
    orillas del Atlántico  y  sus islas, arrastradas, la superior  y  la in-
    ferior, por un incontenible pánico  el padre abandonando a la pro-
                                    ;
    le, el mozo al anciano, el varón a la hembra, sin más pensamiento
    ni mira inmediatos que poner la mayor distancia posible entre el
    propio yo y  la tierra próxima a sumirse en los abismos de una
    mar implacable.
        -¿Cuánto tiempos—años, lustros, centurias o milenios—duró
    aquel trágico predicamento, al que puede que la fisonomía de las
    razas andinas deba el amargo dejo, el estoico desgano  y  la incu-
    rable tristeza que la distinguen?
        Nada más hacedero, según nuestro entender, que   el “ signo
    escalonado” de Posnansky, que vemos reproducido en toda mani-
    festación del antiguo arte peruano, a manera de un estribillo idea-
    do para traducir una premiosa obsesión de la raza, no sea sino
    una reminiscencia de la progresión angustiosa de una humanidad
    asendereada, del llano a tierras altas,  y  de un tramo inferior de
     cordillera a otro superior  y así sucesivamente, en busca de una
    salvación  y de un sosegado vivir que sólo pudo brindarle la en-
    cumbrada meseta andina.
         Obsérvese, sin prejuicios, el friso de la portada de Kalasasa-
    ya, con la nutrida teoría de sus signos ideográficos, y se con-
    vendrá en que aquéllo representa, sin más, la marcha apresurada
    de una humanidad que, salida joven y  animosa de lejanas tierras,
    acudió en busca de salvación al altiplano de los Andes, sobre cuya
    cúspide se mantiene de pie, apoyada en dos báculos y  con aspecto
    de vejez  y  de mortal cansancio, su representación simbólica mien-
    tras irradia a su espalda, formándole una a modo de regia diade-
    ma, el sol en el zenit como para dar a entender que Tiahuanaco
    —ese primer Cuzco u   “  ombligo  ”  de la tierra peruana—ocupó  el
    propio centro del orbe, a igual distancia de uno y  otro océano;
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