Page 86 - Historia de la civilización peruana contemplada en sus tres etapas clásicas de Tiahuanaco, Hattun Colla y el Cuzco, precedida de un ensayo de determinación de "la ley de translación" de las civilizaciones americanas
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       sus aillos solieron congregarse por épocas determinadas, para re-
       memorar, al son de danzas, de cantares  y de monstrumaquias apa-
       ratosas, los sucesos faustos de su nación, estaban terminados.
           El hipogeo de Puma Punco, rodeado de patios concéntricos,
       en los cuales, bajo la férula de acólitos domadores, bramaban teo-
       rías de pumas consagrados al culto, guardaba en su recinto, en
       mudo  y  solemne cónclave, el centenar de momias tutelares, funda-
       doras de las diferentes estirpes serranas  y  costeñas de la gran
       familia collagua que transmitieron a la urbe su nombre insólito
       y significativo.
           El inga — pontífice, suerte de Faraón andino —y  su séquito de
       sacerdotes hierofantes, considerábanse todopoderosos, dueños cuál
       eran de la universal aceptación de sus fieles, sin perjuicio de co-
       rresponderles por derecho de progenitura las dos terceras partes
       de cuanto produjo el estado megalítico.
           Sus edictos civiles  y  sacerdotales eran obedecidos desde  la
       frígida puna hasta los valles de clima templado de la vertiente
       occidental de la Cordillera de los Andes comprendidos entre Ca-
       maná, el río Loa  y  Coquimbo.
           Aquél fué, verosímilmente, el momento en que los ancianos de
       la Urbe, presidido por el sumo auqui o inga-pontífice, resolvieron
       que, por mano de artífices kalasasayas, empapados en las tradicio-
       nes nacionales, se labrase, a inmendiaciones del mayor adoratorio,
       un Arco provisto de un friso historiado, cuyo contexto transmi-
       tiese a las lejanas generaciones el recuerdo de las visicitudes ex-
       perimentadas por la raza pujante a que pertenecieron hasta  el
       instante de aportar al Altiplano en donde floreció su cultura.
           Los kalasasayas, paradores de la piedra o arquitectos, al lle-
       nar su cometido, procedieron a representar por medio de su arte
       las peregrinaciones de la estirpe protocollagua, de Oriente a Oc-
       cidente, de las orillas del Atlántico,  y  sucesivamente del riñón del
       continente americano a la encumbrada meseta andina en que se
       cristalizó su destino; peregrinación que la raza emprendió joven
       y  pujante, con paso activo  y  rítmico  y  llevó a cabo envejecida y
       presa de mortal cansancio.
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