Page 83 - Historia de la civilización peruana contemplada en sus tres etapas clásicas de Tiahuanaco, Hattun Colla y el Cuzco, precedida de un ensayo de determinación de "la ley de translación" de las civilizaciones americanas
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               historia de   la  civilización peruana         79
    la cordillera de los Andes, sobre cuya altiplanicie extrema estuvo
    asentada su urbe política  y  sacerdotal.
        Actores en el drama de razas que dejamos insinuado han de-
    bido ser las colectividades que al final del conflicto vemos apa-
    recer como Hattun Collas en la parte superior de la laguna de
    Titicaca, como Paucar Collas en su parte inferior de aquende el
    río Desaguadero,  y  como Lupacas en el trecho de territorio com-
    prendido entre Arequipa y   el  río de Camarones, siempre que
    hasta él llegase la acción militar, religiosa, labriega  y  civil de la
    urbe de los Muertos Sentados.
         Como acontece a menudo en   el discurso de la historia del
    Mundo, tratándose de ramas de una sola familia, la una no pudo
    subsistir sino con desmedro de la otra.
        Desaparecida, como entidad hegemónica, la rama mayorazga
    de los Protocollaguas de allende el Desaguadero, hace su apari-
    ción en la escena de la historia de América la rama segundona
    la de los Collas, con rumbo a una nueva hegemonía, localizada
    esta vez en dos cacicazgos mayores Hattun Colla  y  Paucar Colla,
                                     :
    poseedores de iguales características de idioma, costumbres e idea-
    lidades, con más un comienzo de intuición religiosa, superior a la
    que dió nacimiento al culto de los “Muertos Sentados” y  encami-
    nada al culto del Sol, que los Quechuas del Cuzco elevaron a la
    dignidad de religión del Estado de Tahuantinsuyo, en razón de
    la proporción ”colla” que hubo en ellos.
        Fueron, según parece desprenderse del folklore andino, los
    Hattun Collas aliados a los Paucar Follas, los que a la altura del
    séptimo siglo de la era vulgar, después de tolerar durante una o
    más centurias la preponderancia de los aillos mayorazgos de la
    estirpe de que fueron segundones, entronizados en la ciudad “de
    los “Muertos Sentados”, divididos sobre puntos de tributación  y
    aún de doctrina , expedicionaron contra la ciudad madre, como los
    romanos, no apenas organizados, contra Alba, pusiéronla cerco,
    hubiéronla en su poder, arrasáronla desde sus cimientos,  y  apode-
    rándose de las huacas tutelares que se conservaron en el hipogeo
    famoso de Puma Punco, trasladáronlas a sus propios lares, en de-
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