Page 82 - Historia de la civilización peruana contemplada en sus tres etapas clásicas de Tiahuanaco, Hattun Colla y el Cuzco, precedida de un ensayo de determinación de "la ley de translación" de las civilizaciones americanas
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          Culto nacional de los Quechuas, el del Sol.
          De tener un valor religioso, el arco de Kalasasaya ha debido
      referirse, por fuerza, a los dichos Muertos, fundamento  y  objeto
      que fueron de la religión del Estado,  y  representarlos en la forma
      litúrgica sentada que les correspondió, distinta por cierto de la
      activa, airosa  y  pasante que ostentan las cuarenta  y  ocho figuras
      de que venimos ocupándonos, siendo así que  el episodio  allí re-
      presentado es de vida, de vida que quiere continuar viviendo,  y  no
      de ominosa muerte.
          Si Viracocha, nombre quechua, y  como tal perteneciente a
      una lengua que se formó después de desaparecida la urbe “de los
      Muertos Sentados”, fué verdaderamente el dios nacional de los
      Aimaras, ¿por qué se perdió la modalidad aimara de su nombre,
      y  por qué, finalmente, no se vió reproducida indefinidamente su
      efigie, reverenciada de sus fieles, a semejanza de lo que ocurre
      con los símbolos de nuestra propia religión?
          Ya demostraremos en otro lugar cómo la fórmula Kon-Tic-
     ssi-Viracocha, en que se ha pretendido ver una suerte de trimurti
     andina (de la cual, no obstante, los señores Stübel  y  Uhle aciertan
     a extraer a dos elementos, para convertirlos en una sola entidad
     hierática bajo la advocación de Ticssi Viracocha)  y  cuyo valor
     filológico es el siguiente  : la “grasa” (wira) de los animales sacri-
     ficados, quemada en el “charco sagrado” (cocha) en honra de los
     “kontatas”, “kontitis” o “konticssis”, se refirió a una religión que,
     lejos de ser exclusiva de los llamados aimaras, lo fué de todas las
     gentes (collas, quechuas  y  costeñas) comprendidas en  el amplio
     girón del Tahuantinsuyo.
         Volviendo al punto de quiénes pusieron término al poderío
     de Tiahuanaco  y  usurparon su hegemonía política  y  religiosa, di-
     remos que la filosofía de la historia de América nos da a entender
     que han debido ser las colectividades pertenecientes, a la rama
     urinsaya, de aptitudes militares  y  labriegas, que el Estado pro-
     tocollagua envió antaño, en calidad de mitmas mitimaes o trashu-
                                                f
     mantes, a colonizar las tierras yungas  y  chaupinyungas (tropicales
     y  semitropicales) de las estribaciones orientales  y  occidentales de
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