Page 87 - Historia de la civilización peruana contemplada en sus tres etapas clásicas de Tiahuanaco, Hattun Colla y el Cuzco, precedida de un ensayo de determinación de "la ley de translación" de las civilizaciones americanas
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               HISTORIA DE   LA  CIVILIZACIÓN PERUANA        83 '

        El mensaje que el artista kalasasaya confió al arco salido de
    sus manos, no pudo razonablemente   “ ser otro”.
                       ,
        Mas, ocúrresenos pensar que ha llegado el momento de decir
    lo que pensamos de los orígenes de las razas  y  civilizaciones que,
    amalgamadas, intervinieron en la fundación de Tiahuanaco.
        Para nosotros, su cuna se meció en la extremidad oriental del
    continente americano; de un continente americano mucho más
    extendido hacia Oriente que  el de nuestros  días, del cual cabe
    pensar que dependiese la desaparecida Atlántida, en un sentido
    ya insular o ya peninsular.
        Aun prescindiendo del hecho de que las civilizaciones clási-
    cas del mundo tendieron invariablemente a propagarse de Oriente
    a Occidente en el sentido de la etérea traslación del Sol, padre
    e inspirador de sus teogonias, impónese la consideración peren-
    toria de que, de las dos secciones de que se compone nuestro con-
    tinente, la oriental pobló a la occidental.
        Erosiva  y  reciente, esta última, a título de peldaño de un sis-
    tema escalonado de montañas, cuyo levantamiento, comenzado en
    las edades geológicas del planeta, continúa manifestándose, areno-
    sa, pétrea, salobre, escasa de ríos de concepto  y  consiguientemente
    pobre de fauna  y  de flora, mal pudo ella poblar a la oriental.
        Esta, por el contrario, dotada de una variedad de- climas in-
    superable, de extensas tierras ubérrimas, en que prosperó toda
    suerte dé árboles  y de plantas, irrigada por una infinidad de ríos
    y con capacidad para una incontable humanidad, poseyó, sin duda,
    las condiciones que habían de habilitarla para convertirse algún
    día en cuna de la familia americana.
        Pensar que en la ingrata estepa en que vemos dispersas las
    ruinas de Tiahuanaco pudo brotar, espontáneamente, una suma
    de razas  y de sistemas culturales capaces de dejarse sentir desde
    Pasto en Colombia hasta Tucumán en la pampa argentina, es pen-
    sar en lo excusado.
        Según nuestro modo de ver, Tiahuanaco, Hattun Colla, Si-
    llustani, Chucuito, Chavín, el Cuzco, Huánuco  y Quito fueron las
    nietas  relativamente allegadas a las épocas collagua  y quechua,
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