Page 327 - Vive Peligrosamente
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personalidad podía sacar una conclusión de todos aquellos rumores y no
          podíamos esperar que se nos diera una orden definitiva.
            Hablé telefónicamente con el capitán von Fölkersam para darle mis
          órdenes y, acto seguido, me dispuse a emprender el regreso. Una extraña
          sensación me decía que, a pesar de las circunstancias, ya se había llegado a
          una resolución. Sabía, "notaba", que  nuestra acción nunca se llevaría a
          efecto.
            Al alba llegué a Vichy. En el decurso de los días siguientes el FHQ nos
          transmitió diversas órdenes. A la de  una "alarma  general", sucedía la de
          "alarma nº I".
            Decidimos no dejarnos impresionar. Cuando comunique a los oficiales
          del Batallón de asalto  mi opinión de  que nunca llevaríamos  a  efecto la
          planeada acción, me  miraron con expresión consternada. Los jóvenes
          oficiales habían esperado poder intervenir en una segunda operación "estilo
          Mussolini".
            Como estaban ultimados todos los preparativos, pude darme el lujo de
          disponer de mis jornadas. Acepté varias veces invitaciones de uno de los
          jóvenes agregados de nuestra embajada, el doctor Schmied, compartiendo
          con él y su esposa la mesa. Me di cuenta de que vivían al estilo francés, y
          me sentí muy a gusto en las confortables estancias de su mansión, situada al
          Sur de la ciudad, en un promontorio de las afueras de la misma. Sólo el que
          haya  pasado varios meses de servicio, puede comprender el placer que
          proporciona a un soldado la estancia en una casa bien cuidada,
          perfectamente gobernada por un ama de casa consciente de sus deberes.
            El 20 de diciembre de 1943 recibí  orden de suspender todos los
          preparativos y de iniciar el regreso en unión de mis tropas. Nuestro primer
          pensamiento fue:
            –¡Si nos damos prisa podremos disfrutar de un permiso de Navidad!
            El vertiginoso "tempo" con que nos  preparamos  para iniciar nuestra
          vuelta sólo podía ser comparado al de un caso de alarma. Al día siguiente
          llegué a París con  mi compañía, después de haberme despedido de las
          tropas que me "prestaron" y de haberles ordenado se dirigiesen a la sede de
          sus respectivas comandancias.
            Una vez en la capital de Francia, pudimos disponer de un tren para el
          transporte de nuestros hombres, lo que no esperábamos y nos  llenó de
          asombro. El capitán von Fölkersam y yo tomamos el rápido nocturno de
          Berlín.
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