Page 326 - Vive Peligrosamente
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nuestro rapidísimo coche en compañía de Fähnrich Ostafel y enfilé la
carretera hacia la capital francesa, pasando por Moulins, Nevers y
Montargis. Mas, en esta ocasión, dormí durante el viaje porque sabía que
me esperaba un día de trabajo y un viaje de vuelta en la noche del mismo.
Llegamos a París alrededor de las diez.
Era esperado en la Comandancia alemana de la rue Rívoli por un
representante del Departamento de Defensa Extranjera que, a continuación,
me puso en comunicación telefónica con el FHQ del "Wolfsschanze",
emplazado en Rastenburg, Prusia Oriental. Un ayudante militar de Adolf
Hitler me comunicó, escuetamente, que todavía no se había tomado una
decisión definitiva, pero que esperaba que la orden fuese dada en el
transcurso del día.
Pasé las horas de espera hablando de cosas sin importancia con varios
oficiales. No tenía intención de aumentar inútilmente el nerviosismo que
me embargaba.
Hacia las cuatro de la tarde volvimos a llamar al FHQ, rompiendo, con
ello, las normas militares que nos obligaban a aguardar pacientemente.
Sabía que en aquella hora se celebraba la "conferencia del mediodía" (se
hacía en ella una exposición completa de la situación militar de la jornada)
y calculé el tiempo en que debía de haber finalizado. Pero me informaron
que aún no tenían órdenes definitivas referentes a mi misión. Ello me hizo
pensar, una vez más, que "la mejor cualidad del soldado consiste en saber
esperar".
Eran las diez de la noche, aproximadamente, cuando fui llamado
telefónicamente desde el "Wolfsschanze". Pensé que sería para darme las
órdenes definitivas, pero, en vez de ello, me dijeron, escuetamente:
–El Mayor Skorzeny debe regresar en el acto a Vichy. El estado de
alarma de sus tropas queda aplazado hasta nueva orden.
Me apresuré a llamar a mi Sección de Friedenthal, pero mi ayudante,
Karl Radl –que en esta ocasión había tenido que "quedarse en casa" muy a
pesar suyo–, tampoco tenía noticias. Como sabía por experiencia lo
desagradable que resultaba tan largo compás de espera, se había afanado en
visitar los diferentes servicios de información de Berlín. A pesar de que el
problema de Vichy era el comentario del día, no pudo comunicarme nada al
respecto. Comprobé que tampoco en Berlín las opiniones eran concordes,
que todo el mundo pensaba de una manera diferente sobre la situación
reinante en Francia y sobre la denominada "crisis de Vichy". Ninguna