Page 67 - Vive Peligrosamente
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consecuencia de navegar por las aguas de nuestro Danubio. Aprendí a
conocer perfectamente los barcos de tonelaje mediano e, incluso, llegué a
pilotarlos.
Nunca tuve dificultades cuando debía de entendérmelas con motores.
Sin embargo, debí hacer frente a algunas dificultades al navegar por las
cercanías de los torrentes, por los lugares de gran profundidad y por los
complicados afluentes del gran río; pero pronto supe arreglármelas
convenientemente. Mis conocimientos, en este aspecto, culminaron con un
examen para "Contramaestre" de cortas rutas de navegación.
Volví a reunirme con varios amigos de mi época de estudiante, y pasaba
con ellos mis ratos libres así como muchos fines de semana. En el invierno
íbamos a esquiar, y aprovechábamos los veranos para hacer alpinismo en
las montañas, o para hacer excursiones en barco que nos ponían en contacto
directo con la naturaleza. Pasamos juntos maravillosos días que nos hacían
olvidar nuestras preocupaciones cotidianas y nos permitían gozar
plenamente de la libertad.
Los acontecimientos de los años últimos hicieron desaparecer, así nos
pareció a nosotros, las nubes que ennegrecían el cielo de la política. Las dos
grandes acciones del Reich alemán se habían llevado a cabo sin efusión de
sangre y sin violencias. El 29 de septiembre de 1938, tres millones de
sudetes alemanes se separaron de Checoslovaquia. Desde semanas antes,
por medio de la radio y de los periódicos, nos habían preparado para este
acontecimiento. Nuestra confianza en el nuevo régimen era tan grande que
no nos preocupamos por ello. Todo el mundo reconocía la injusticia del
Tratado de Versalles; y la opinión de las naciones que pusieron su firma
parecía haber cambiado sensiblemente, ya que en los momentos a que me
refiero empezaba a ser favorable a nosotros, los alemanes.
En la época de la monarquía austro–húngara había en Austria muchas
familias emparentadas con alemanes sudetes. Mi propio padre era oriundo
de la región de Eger. Hasta aquellos momentos él mismo se había mostrado
bastante escéptico ante el nuevo régimen de Austria; era demasiado
conservador para aceptar, inmediatamente, las ideas nacional–socialistas
"recién importadas" de Alemania. Pero cuando sus conciudadanos se
convirtieron en ciudadanos alemanes, no le quedó ni el más mínimo recelo
sobre el régimen que nos gobernaba. Aunque ya anciano, se esforzaba en
comprender las nuevas ideas, y en disculpar algunos fallos, exactamente
igual que nosotros, los jóvenes. Estoy convencido de que muchas personas