Page 66 - Vive Peligrosamente
P. 66

los de bastantes de  mis  competidores. Al cabo de poco tiempo pasé al
          primero de ellos, que  me cedió el paso cuando lo  pedí.  Los otros
          conductores  que viajaban delante de mi eran más testarudos; me vi
          obligado a perseguirles durante bastantes minutos en espera de una ocasión
          propicia para poder  pasarles. Finalmente, conseguí  mi propósito, aunque
          para ello debí correr sobre "dos ruedas" por un prado y tuve que escuchar
          las imprecaciones de mis burlados competidores.
            Al cabo de poco tiempo llegamos a las estribaciones de un puerto donde
          estábamos obligados a parar. Era un puesto de control en el  que cada
          vehículo sufría una concienzuda revisión y se comprobaba el tiempo de su
          recorrido. El trecho, desde abajo a la cumbre, era puntuable a favor o en
          contra del conductor, según el tiempo empleado.
            Durante las primeras horas no logramos ganar mucho tiempo sobre el
          fijado; sólo  conseguimos diez o quince  minutos a nuestro favor. Pero
          llegamos a contar con media hora de ventaja, lo que nos permitió darnos el
          lujo de visitar un control extraordinario que no formaba parte de nuestra
          ruta. Tuvimos una "panne" alrededor de las tres, pero la reparación no nos
          hizo perder  más de un minuto,  ya que estábamos preparados para una
          contingencia por el estilo. Un  vistazo al reloj  nos convenció de que
          contábamos  con la oportunidad de poder efectuar  un rodeo  y ganar, así,
          vanos puntos positivos.
            Pasamos la meta de Salzburgo quince minutos antes de las dieciséis
          horas. Sentí, de pronto, el esfuerzo que había llevado a cabo; pero, también,
          el orgullo por el resultado obtenido. Habíamos dejado atrás 670 kilómetros
          de recorrido, efectuado sobre el asfalto de unas carreteras siempre
          ascendentes, en malas condiciones,  y apenas habíamos empleado diez
          horas.
            Otra "medalla de oro" fue la recompensa de aquel día.
            Durante todos aquellos años tuve un secreto deseo: ansiaba asistir a un
          curso de alta navegación  en Neustadt. Los encargados de organizar los
          cursos tuvieron en cuenta las posibilidades económicas de sus alumnos. Por
          ello, yo no comprendía qué era lo que me impedía satisfacer mis anhelos.
          Aún hoy día sigo preguntándome si  se  debía  a la falta de dinero o al
          encanto que ejercía sobre mí el Attersee. Aún hoy me entristezco cuando
          pienso que no aproveché la oportunidad. Particularmente sí recuerdo la
          forma como finalizaba el curso, con un crucero a Suecia.  No puedo
          perdonarme  haber  malogrado mi  sueño. Pero, en compensación, adquirí
          nuevos conocimientos sobre la navegación,  aunque sólo como
   61   62   63   64   65   66   67   68   69   70   71