Page 69 - Vive Peligrosamente
P. 69

Tal vez pueda parecer, a algunos, que era asombrosa la tranquilidad con
          que contemplamos y aceptamos la entrada de las tropas  alemanas en
          Checoslovaquia el 15 de  marzo de 1939. La Conferencia de  Munich,
          celebrada el otoño de 1938, a la que asistió Mussolini, hizo suponer que las
          potencias apoyarían a Alemania. A pesar de ello, la obligada neutralidad de
          Checoslovaquia fue tomada por nosotros como un robustecimiento de la
          paz lograda  por la fortaleza de la posición alemana en el corazón de
          Europa. Todo hacía suponer que el nuevo Reich había heredado el poder
          del antiguo Imperio austro–húngaro. Y los pactos, firmados más tarde con
          Hungría y Yugoslavia, fueron acogidos por nosotros como "una paz que
          pondría fin a las eternas discordias en los Balcanes".
            Es muy posible que nosotros, los austriacos, seamos algo ligeros debido
          a nuestras ilimitadas ansias de vivir, a nuestra continua alegría. Esto puede
          ser cierto. Pero también es incuestionable que la masa no se preocupó lo
          más mínimo de las consecuencias que pudieran derivarse de tal política. Lo
          que más interesaba era el auge económico; cosa absolutamente lógica. Las
          continuas preocupaciones que ocasionaba el número de parados fueron
          superadas a los pocos meses; los comerciantes e industriales apenas podían
          atender todos los pedidos que recibían. La única preocupación que existía
          era la  falta de  materias primas que,  a  veces,  eran difíciles de  encontrar.
          Pero, incluso tal carencia, ¿no suponía un signo indiscutible de
          prosperidad?
            A mediados del mes de agosto se presentaron los primeros síntomas de
          una nueva crisis. El problema que creaba el "pasillo de Dantzig"; los
          recuerdos del desgraciado pacto de Versalles estaban exigiendo una
          decisión perentoria.
            Yo, personalmente, pensaba en otoño iniciar mi período de servicio
          militar. Por ello; decidí echarme las preocupaciones a la espalda y disfrutar
          de unas agradables vacaciones. Para pasarlas elegí las últimas semanas del
          mes de agosto. Preparé mi automóvil y me dirigí al Sur.
            El "Wöerner See", lugar que elegí, era una estampa de paz. Allí encontré
          a gentes de todas las naciones. Pude oír los más diversos idiomas en los
          restaurantes y en los locales nocturnos.
            Pasaba el día en el lago. Navegaba a vela, nadaba, salía de excursión
          con una barca de  motor, practicaba el  esquí acuático,  y pasaba
          agradablemente el rato con gentes  simpáticas y divertidas. ¿Qué podía
          importarme la política si, para aquella tarde, tenía prevista una regata? ¿Por
          ventura debíamos de pasarnos la velada ante la radio, si la música de baile,
   64   65   66   67   68   69   70   71   72   73   74