Page 614 - El Misterio de Belicena Villca
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cobraban sentido en el marco de la Estrategia propia. El gurka, en efecto, me
había transmitido un mensaje, aunque no dejaba vislumbrar si lo hiciera
consciente o inconscientemente.
En síntesis, lo que dijera el gurka, y que nadie podía comprender entonces
salvo Yo, era que mi presencia en el Valle de los Inmortales obligaba a los
Demonios a cerrar la Puerta de Chang Shambalá, tal como esperaba Konrad
Tarstein que sucediera. Vale decir, que si Ernst Schaeffer aún no había
conseguido pasar, su Operación Altwesten quedaría definitivamente suspendida,
pues la Diosa Kuan Yin “decía en mi Corazón”: “la decisión tomada está”, “hoy he
cerrado la Puerta de Chang Shambalá”.
Capítulo XXXII
Era pleno mediodía cuando dejamos el Chortens. Los perros daivas
exigían trepar por la ladera Oeste de uno de los Altyn Tagh, mas pronto
descubrimos un sendero disimulado que permitía ascender unos mil metros.
Cuatro fatigosas horas después arribamos a la cumbre del monte, constatando
que por el Norte, la montaña caía miles de metros en una pared vertical: desde la
base, se extendía en todas direcciones una amplia llanura desértica, salvo hacia
el N.O., donde se divisaban las azules aguas de un lago de enorme superficie.
–¡Teufel! –exclamó el eficaz Von Grossen–. Tenemos la suerte de
contemplar el país desde una privilegiada terraza de 4.000 mts. Lo que vemos,
en toda su extensión, es la provincia china de Sinkiang; esa llanura, no es otra
que el desierto de Takla Makan, que se halla conectado con el desierto mongol
de Gobi en su extremo oriental; y el lago, con toda precisión, se trata del Lop
Noor. ¡Al fin un área geográfica que se ajusta a la realidad de los mapas
germanos!
Pero, si fuera del Valle de los Inmortales el Mundo seguía igual, en su
interior el Espacio y el Tiempo estaban tan distorsionados como antes, los Dioses
Traidores y los Sacerdotes de la Fraternidad Blanca nos acechaban para
cerrarnos el paso o atacarnos, y aún debíamos localizar a Ernst Schaeffer. Esto
último ocurrió antes de lo previsto. Efectivamente, mientras observábamos
maravillados el Sinkiang, los monjes kâulikas exploraron los cien metros
cuadrados de la cumbre y a los pocos minutos trajeron impactantes noticias: ¡al
pie de la ladera Sur había un campamento! Corrimos hasta allí y lo verificamos
con los prismáticos. ¡No cabían dudas: era el campamento alemán!
La pequeña cañada, que mas bien parecía un desfiladero, medía unos 500
mts. de largo y 50 mts. de ancho, y en Invierno cumplía la función de transportar
la nieve de un gigantesco glaciar, cual titánico canal de piedra. Estaba orientado
de Este a Oeste, y en cada extremo, sendas gargantas permitían entrar o salir:
desde adentro, podía observarse que la garganta Oeste estaba flanqueada por
las esculturas de dos enormes bodhisattvas armados. Por alguna razón, la
expedición no se atrevió a cruzar ese portal de piedra tan elocuentemente
ornamentado, y decidió acampar en el extremo opuesto de la cañada, junto a la
garganta de entrada. Se veía que llevaban ya unos días en aquel lugar, y que tal
vez pensaban permanecer más tiempo, pues habían desempacado todo el
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