Page 168 - pasaporte a magonia jacques vallee
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168                     JACQUES  VALLEE                                                         PASAPORTE  A  MAGONIA               169


       to  más  propio  de  cuento  de  hadas.  Este  paralelo  aún  resulta  más  calidad  inglesa  de  Gravesend  (Kent).  Un  ancla  lanzada  desde  una
       notable  en  la  siguiente noticia,  recogida por  Hanlon.  Se publicó  en  «nave  de  nubes»  se  enganchó  en un  montón  de  piedras  del  cemen-
       la  edición  del  28  de  abril  del  Houston  Daily Post:                 terio. La gente oyó voces que venían de lo alto, y la cuerda dio sacu-
                                                                                  didas  como  si  quisiera  soltar  el  ancla,  sin  conseguirlo.  Se  vio  en-
               Merkel, Texas, abril 26. Unos grupos de feligreses que la noche    tonces bajar  a un hombre por la cuerda, y cortarla.  Según una  ver-
            pasada  regresaban  de  la  iglesia  advirtieron  un  objeto  pesado  sión,  después  de  efectuar  esta  operación  subió  de nuevo  a  la nave;
            que  parecía  estar  siendo  arrastrado  por  una  cuerda.  Lo  siguie-  según  otra,  murió  ahogado.
            ron  hasta  que,  al  cruzar  la  vía  férrea,  se  enganchó  en  un  raíl.  El  Houston  Post  del  22  de  abril  de  1897  publicó  otro  intere-
            Mirando  hacia  arriba,  vieron  lo  que  supusieron  que  era  la  nave
            aérea.  No  estaba  demasiado  cerca  para  poder formarse  una  idea  sante  caso:
            de  sus  dimensiones.  Por  varias  ventanas  salía  luz, y  en  su parte
            delantera  irradiaba  una  luz  muy  potente,  como  el  faro  de  una       Rockland:  Mr.  John  M.  Barclay,  que  vive  cerca  de  esta  po-
            locomotora.                                                               blación,  informa  que  anoche,  alrededor  de  las  once,  cuando  ya
               Al  cabo  de  unos  diez  minutos,  vieron  bajar  a  un  hombre  por   se  había  retirado,  oyó  a  su  perro  ladrar  furiosamente.  A  los
                                                                                                       mezclaba
                                                                                                 can
                                                                                                     se
                                                                                                                          de
                                                                                                                   especie
            la  cuerda.  Se  acercó  tanto  que  todos  pudieron  verle  perfecta-    ladridos  del  de  su  casa  para  una  qué  ocurría zumbido.  Se  dirigió
                                                                                           puerta
                                                                                                                ver
                                                                                      a
                                                                                        la
                                                                                                                                se
                                                                                                                              y
                                                                                                                                           con
                                                                                                                                   encontró
            mente:  vestía  un  traje  de  marinero  azul  claro  y  era  de  pequeña
            estatura.  Se  detuvo  al  ver  al  grupo  de  personas  reunidas  en     algo  que,  según  asegura,  hizo  que  sus  ojos  casi  se  le  saltasen  de
            torno  al  ancla;  cortó  entonces  la  cuerda  por  debajo  de  él  y  la  sus  órbitas,  y  si  no  fuese  porque  había  leído  en  los  periódicos
                                                                                                              visto
                                                                                                                   una
            nave  se  alejó  hacia  el  Nordeste.  El  ancla  se  exhibe  actualmente  que  sobre a Texas  se  había  el  bosque.  nave  aérea,  hubiera  huido
                                                                                                 esconderse
                                                                                      corriendo
                                                                                                           en
            en  la herrería  de  Elliot y  Miller, y atrae  la  curiosidad  de  cientos
            de  visitantes.                                                              Era  un  objeto  de  forma  muy  curiosa,  más  bien  oblonga,  con
                                                                                      alas  y  salientes  laterales  de  diversas  formas  y  tamaños.  Tenía
                                                                                      luces  brillantes,  mucho  más  potentes  que  las  luces  eléctricas.
          «Esto  nos  parece  demasiado  familiar  para  que  nos  lo  tomemos        Cuando  lo  vio  por  primera  vez,  parecía  estar  perfectamente  es-
       a  la ligera»,  comenta  Hanlon,  recordando  a  sus  lectores  el  inciden-   tacionado  a  unos  cinco  metros  del  suelo.  Después  describió
       te  de  Sioux  City,  en  que  Robert  Hibbard  fue  arrastrado  por  un       algunos  círculos  y  descendió  poco  a  poco,  hasta  posarse  en
       ancla  que  colgaba  de  una  nave  aérea,  y  el  relato  que  hacen  Drake   unos  pastizales  cercanos.  Mr.  Barclay  fue  en  busca  de  su
       y  Wilkins  de  dos  incidentes  que  tuvieron  lugar  hacia  el  año  1211    «Winchester» y  se  dirigió a  investigar.  Tan  pronto  como  la  nave,
       o  incluso  antes.  Según  las  crónicas  irlandesas:                          o  lo  que  fuese,  se  posó  en  el  suelo,  las  luces  se  apagaron.  La
                                                                                      noche  era  lo  suficientemente  clara  para  ver  a  varios  metros  de
               En  el  burgo  de  Cloera,  un  domingo,  mientras  la  gente  estaba  distancia,  y  cuando  el  testigo  se  encontraba  a  unos  treinta  me-
            en  misa,  ocurrió  una  maravilla.  En  esta  población  existe  una     tros  de  la  nave  le  cerró  el  paso  un  hombre  de  aspecto  normal,
            iglesia  consagrada  a  san  Kinarus.  Ocurrió  que  un  ancla  cayó  del  quien  le  dijo  que  no  le  apuntase  con  su  arma,  pues  no  se  propo-
            cielo,  sujeta  a  una  cuerda,  y  una  de  las  uñas  se  enganchó  en  la  nía hacerle daño.  Acto  seguido  se entabló entre  ambos la siguien-
            arcada  del  portal  de  la  iglesia.  Los  fieles  salieron  corriendo  del  te  conversación.  Mr.  Barclay  le  preguntó:
            templo y  vieron  en  el  cielo  una  nave,  con hombres  a bordo,  sus-     —¿Quién  es  usted,  y  qué  quiere?
            pendida  al  extremo  de  la  cuerda  del  ancla, y he  aquí  que  vieron    —Mi  nombre  no  viene  al  caso;  llámeme  Smith.  Quiero  un
            entonces  a un  hombre  saltar  por la borda y  bajar hasta  el  ancla,   poco  de  aceite  lubricante  y  un  par  de  cortafríos,  junto  con  una
            como  si  quisiera  soltarla.  Parecía  como  si  nadase  en  el  agua.  La  pequeña  cantidad  de  sulfato  de  cobre.  ¿Puede  usted  facilitár-
            multitud  se  alborotó  y  trató  de  agarrarlo,  pero  el  obispo  impi-  melo? Supongo que en la serrería de aquí  al  lado tendrán los  dos
            dió  al  populacho  que  se  apoderase  de  aquel  hombre,  pues  dijo    primeros  artículos,  y  el  telegrafista  el  sulfato  de  cobre.  Aquí
            que  temía  que  lo  matasen.  Soltaron,  pues,  al  hombre  y  éste  as-  tiene  usted un billete  de  diez dólares:  tómelo y  vaya a buscarme
            cendió  apresuradamente  hacia  la  nave,  cuyos  tripulantes  corta-     esos  artículos,  y  quédese  con  la  vuelta  por  la  molestia.
            ron  la  cuerda.  La  nave  se  alejó  entonces  hasta  perderse  de  vista.  Mr.  Barclay  le  preguntó  entonces:
            Pero  el  ancla  se  guarda  en  la  iglesia,  y  allí  ha  estado  desde  en-  —¿Qué  tiene  usted  ahí?  Déjeme  ir  a  echarle  una  mirada.
            tonces,  como  testimonio  de  lo  sucedido.                                 El  que  se  había  dado  el  nombre  de  Smith  repuso:
                                                                                         —No,  no  podemos  permitr  que  se  aproxime  más  cerca,  pero
          En  la  crónica  de  Gervasio  de  Tilbury  Otis  Imperialia,  encon-       haga  lo  que  le  pido y  su  amabilidad  será  muy  apreciada por  no-
       tramos  el mismo relato, pero  esta  vez se dice que ocurrió  en la lo-        sotros;  es  posible  que  otro  día  vengamos  a  buscarle  y  le  lleve-
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