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to más propio de cuento de hadas. Este paralelo aún resulta más calidad inglesa de Gravesend (Kent). Un ancla lanzada desde una
notable en la siguiente noticia, recogida por Hanlon. Se publicó en «nave de nubes» se enganchó en un montón de piedras del cemen-
la edición del 28 de abril del Houston Daily Post: terio. La gente oyó voces que venían de lo alto, y la cuerda dio sacu-
didas como si quisiera soltar el ancla, sin conseguirlo. Se vio en-
Merkel, Texas, abril 26. Unos grupos de feligreses que la noche tonces bajar a un hombre por la cuerda, y cortarla. Según una ver-
pasada regresaban de la iglesia advirtieron un objeto pesado sión, después de efectuar esta operación subió de nuevo a la nave;
que parecía estar siendo arrastrado por una cuerda. Lo siguie- según otra, murió ahogado.
ron hasta que, al cruzar la vía férrea, se enganchó en un raíl. El Houston Post del 22 de abril de 1897 publicó otro intere-
Mirando hacia arriba, vieron lo que supusieron que era la nave
aérea. No estaba demasiado cerca para poder formarse una idea sante caso:
de sus dimensiones. Por varias ventanas salía luz, y en su parte
delantera irradiaba una luz muy potente, como el faro de una Rockland: Mr. John M. Barclay, que vive cerca de esta po-
locomotora. blación, informa que anoche, alrededor de las once, cuando ya
Al cabo de unos diez minutos, vieron bajar a un hombre por se había retirado, oyó a su perro ladrar furiosamente. A los
mezclaba
can
se
de
especie
la cuerda. Se acercó tanto que todos pudieron verle perfecta- ladridos del de su casa para una qué ocurría zumbido. Se dirigió
puerta
ver
a
la
se
y
con
encontró
mente: vestía un traje de marinero azul claro y era de pequeña
estatura. Se detuvo al ver al grupo de personas reunidas en algo que, según asegura, hizo que sus ojos casi se le saltasen de
torno al ancla; cortó entonces la cuerda por debajo de él y la sus órbitas, y si no fuese porque había leído en los periódicos
visto
una
nave se alejó hacia el Nordeste. El ancla se exhibe actualmente que sobre a Texas se había el bosque. nave aérea, hubiera huido
esconderse
corriendo
en
en la herrería de Elliot y Miller, y atrae la curiosidad de cientos
de visitantes. Era un objeto de forma muy curiosa, más bien oblonga, con
alas y salientes laterales de diversas formas y tamaños. Tenía
luces brillantes, mucho más potentes que las luces eléctricas.
«Esto nos parece demasiado familiar para que nos lo tomemos Cuando lo vio por primera vez, parecía estar perfectamente es-
a la ligera», comenta Hanlon, recordando a sus lectores el inciden- tacionado a unos cinco metros del suelo. Después describió
te de Sioux City, en que Robert Hibbard fue arrastrado por un algunos círculos y descendió poco a poco, hasta posarse en
ancla que colgaba de una nave aérea, y el relato que hacen Drake unos pastizales cercanos. Mr. Barclay fue en busca de su
y Wilkins de dos incidentes que tuvieron lugar hacia el año 1211 «Winchester» y se dirigió a investigar. Tan pronto como la nave,
o incluso antes. Según las crónicas irlandesas: o lo que fuese, se posó en el suelo, las luces se apagaron. La
noche era lo suficientemente clara para ver a varios metros de
En el burgo de Cloera, un domingo, mientras la gente estaba distancia, y cuando el testigo se encontraba a unos treinta me-
en misa, ocurrió una maravilla. En esta población existe una tros de la nave le cerró el paso un hombre de aspecto normal,
iglesia consagrada a san Kinarus. Ocurrió que un ancla cayó del quien le dijo que no le apuntase con su arma, pues no se propo-
cielo, sujeta a una cuerda, y una de las uñas se enganchó en la nía hacerle daño. Acto seguido se entabló entre ambos la siguien-
arcada del portal de la iglesia. Los fieles salieron corriendo del te conversación. Mr. Barclay le preguntó:
templo y vieron en el cielo una nave, con hombres a bordo, sus- —¿Quién es usted, y qué quiere?
pendida al extremo de la cuerda del ancla, y he aquí que vieron —Mi nombre no viene al caso; llámeme Smith. Quiero un
entonces a un hombre saltar por la borda y bajar hasta el ancla, poco de aceite lubricante y un par de cortafríos, junto con una
como si quisiera soltarla. Parecía como si nadase en el agua. La pequeña cantidad de sulfato de cobre. ¿Puede usted facilitár-
multitud se alborotó y trató de agarrarlo, pero el obispo impi- melo? Supongo que en la serrería de aquí al lado tendrán los dos
dió al populacho que se apoderase de aquel hombre, pues dijo primeros artículos, y el telegrafista el sulfato de cobre. Aquí
que temía que lo matasen. Soltaron, pues, al hombre y éste as- tiene usted un billete de diez dólares: tómelo y vaya a buscarme
cendió apresuradamente hacia la nave, cuyos tripulantes corta- esos artículos, y quédese con la vuelta por la molestia.
ron la cuerda. La nave se alejó entonces hasta perderse de vista. Mr. Barclay le preguntó entonces:
Pero el ancla se guarda en la iglesia, y allí ha estado desde en- —¿Qué tiene usted ahí? Déjeme ir a echarle una mirada.
tonces, como testimonio de lo sucedido. El que se había dado el nombre de Smith repuso:
—No, no podemos permitr que se aproxime más cerca, pero
En la crónica de Gervasio de Tilbury Otis Imperialia, encon- haga lo que le pido y su amabilidad será muy apreciada por no-
tramos el mismo relato, pero esta vez se dice que ocurrió en la lo- sotros; es posible que otro día vengamos a buscarle y le lleve-