Page 43 - Mitos de los 6 millones
P. 43

las acusaciones del Congreso Mundial Judío y demás organismos paralelos, que son
                        entidades políticas y no ciertamente neutrales en el caso que nos ocupa?.
                              Es importante mencionar que el «Guinness Book of World Records», publicación
                        estadística que goza de buen renombre en el mundo de habla anglosajona, publicó que... «a
                        pesar de haberse repetido frecuentemente que las victimas judías en la última guerra fueron
                        seis millones de personas, de nues tros estudios resulta que el máximo de victimas que
                        hubieron fué de 1.200.000., de los cuales 900.000 en el campo de concentración de
                        Auschwitz».
                              El Guinness Book simplemente manejó las cifras oficiales que le fueron fa
                        cilitadas, y a través de las contradicciones de las mismas llegó a la antedicha cifra. Pero es
                        preciso tener en cuenta que tales cifras oficiales estan muy su jetas a caución, especialmente
                        las referentes a Auschwitz, emanadas, como se sabe, de las autoridades polacas.


                         Una objecion clasica

                              Antes de seguir adelante creemos que debemos atenernos ante la objeción que se
                        presenta, siempre, a los que se niegan a reverenciar al ídolo; a los que se niegan a damitir el
                        fraude de esa cifra absurda de seis millones de exterminados. La objeción se formula,
                        invariablemente, después de un sencillo manejo de cifras o la exposición de un
                        razonamiento que prueba la falsedad de la tesis oficial. Entonces, se replica que nadie habría
                        osado inventar un cuento tan extraordinario como el de los seis millones; que nadie podría
                        poseer una imagínación tan delirante y, en el improbable supuesto de que la poseyera, el
                        evidente riesgo en que incurriría al pergeñar tan gigantescas mentiras acabaría por disuadirle
                        de su empeño. Este argumento implica que la mera existencia de la leyenda presupone la
                        realidad de sus partes esenciales, aún cuando aquí y allá pudieran detectarse exageraciones e
                        incluso invenciones. Este argumento parece, superficialmente, muy lógico. Se basa, sobre
                        todo, en la aceptación general de la leyenda; la gente está convencida de que nadie seria tan
                        osado, ni tan cínico, como para inventar una mentira tan colosal.
                              No obstante, el razonamiento es falso, pues la Historia – y, sobre tódo, la Historia
                        del Pueblo Judio, contada por los mismos judíos – nos proporciona numerosos ejemplos de
                        aceptación popular de mentiras gigantescas, como el éxito trompetero de Josué ante las
                        murallas de Jericó o la histérica caza de brujas en la Alta Edad Media. La aceptación general
                        de una idea no es, precisamente, una credencial de infabilidad. La Tierra era tan redonda en
                        siglo IV como al atardecer del 12 de octubre de 1492, y se movía en el instante en que
                        contra Galileo se fulminaba una condena papal. Que la tesis oficial de los seis millones
                        tenga que ser auténtica porque ha sido aceptada por el consenso general no significa
                        necesariamente que sea cierta. El argumento puede, muy facilmente, volverse del revés con
                        sólo recordar que también en Alemania, en la época hitieriana, existia un consenso general
                        anti-judio, como existía en todo el mundo cristiano en la Edad Media y principios de la
                        Edad Moderna. El argumento de la aceptación general de una determinada tesis no vale,
                        pues, nada en absoluto. La Verdad, con aceptación general o sin ella, siempre será la
                        Verdad. Pretender que el consenso popular es válido cuando se trata de avalar la tesis de los
                        seis millones y es falso cuando se manifiesta en unas votaciones democráticas
                        aplastantemente favorables a Hitler, es una siniestra idiotez que no resiste un examen serio.
                              Es sumamente irónico que Hitler, en el Capitulo X de «Mein Kampf» anticipara la
                        técnica de la «Gran Mentira» cuando, al descubrir el modus operandi de los agitadores judíos
                        en Alemania, afirmaba que, cuando mayor era una mentira, más probabilidades tenía de ser
                        creída, porque precisamente el hombre medio reacciona afirmando que una enormidad tan
                        grande no ha podido inventarla nadie.
                              Más irónico es todavía que los más absurdos relatos de exterminios masivos
                        aparezcan en la literatura talmúdica judía y en el Antiguo Testamento. He aquí algunos

                                                           —   43   —
   38   39   40   41   42   43   44   45   46   47   48