Page 39 - Mitos de los 6 millones
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¿Quiénes podían ser sino judíos emigrados de Alemania antes de estallar el conflicto?.
¿Cuántas personas saben, por ejemplo, que el Fiscal General Americano de Nuremberg fué
Robert Kempner, un judío nacido en Alemania en 1899, Consejero legal de la Policia de
Prusia durante el regimen de Weimar y luego, durante el régimen nazi, abogado del
sindicato de taxistas alemanes?. ¿Cuántas personas saben que el tal Kempner fue,
prácticamente el único abogado de Occidente que apoyó la absurda tesis soviética según la
cual la matanza de 15.000 oficiales polácos en el bosque de Katyn fue llevada a cabo por
los alemanés y no por los rusos?. ¿Cuántas personas, en fin, saben que el jefe del «Staff»
encargado de redactar las listas de «criminales de guerra» fué David Marcus, un sionista,
miembro de la Hagannah, que perdió la vida en la guerra judeo-árabe de 1948. ¿Cómo
puede, seriamente, creerse en la imparcialidad de unas estructuras judiciales cuyos miembros
eran, a la vez, juez y parte?.
Los creadores del mito fueron, puede decirse que exclusivamente, judíos y, en su
aplastante mayoría, sionistas. En segundo plano – y sólo en segundo plano – colaboraron
con ellos los comunistas, interesados por las razones más arriba apuntadas, en la
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supervivencia del rancio mito.
Si en el epígrafe «Los Deréchos de la Aritmética» creemos haber demostrado que el
número máximo de personas de extracción racial judia que pudieron estar bajo control
alemán en el transcurso de la II Guerra Mundial fué de 3.237.600, el mínimo de 2.300.000,
siendo la cifra de unos 2.800.000 la que nos parecía más ajustada a la realidad, vamos a
deducir, basandonos en fuentes libres de toda sospecha de parcialidad, la cifra de bajas que,
por todos los conceptos, pudieron padecer los judíos en el transcurso de la pasada contienda
mundial.
Analicemos el mito, el sacrosanto tabú de los seis millones, sin prejuicios.
Tratemoslo, más bien, como un simple problema arjtmético, utilizando para nuestros
cálculos la clase de datos que ninguna persona en su sano juicio pueda pretender que emanan
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de fuentes «anti-semitas». Vamos a referirnos, por ejemplo, a la Encyclopoedia
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Britannica, en la que podemos leer la siguiente frase, tan interesante como ambigua, a
propósito de las víctimas judías en la II Guerra Mundial: «Si sólo una fracción de las
atrocidades denunciadas es exacta, entonces muchos miles de no combatientes judíos,
hombres, mujeres y niños indefen. sos fueron asesinados después de Septiembre de 1939».
Fijémonos bien: los autores de este articulo en la Enciclopedia Britannica hablan de
miles y no de «millones» de posibles víctimas, y, alprincipio de la frase, colocan un
cauteloso «Si...» «Si sólo una fracción de las atrocidades denunciadas es
exacta...» ¿Tenían, los autores, base ofundamento para poner en duda la veracidad de
tales atrocidades? Aparentemente, sí; pues no es verosímil suponer que la primera
enciclopedia del mundo no cuide, controle y verifique el contenido de los artículos de sus
muy excogidos colaboradores; más aún si tenemos en cuenta que la editora de dicha
enciclopedia es la firma Wagnalls, cuya dirección está encomendada a judíos, y judíos son
los detentores de la mayoría de sus acciones. El motivo de las dudas puede radicar en los
fraudes Auerbach, Ohrenstein et alia, que más adelante estudiaremos. Limitemonos, de
momento, a reproducir una noticia aparecida en el semanario americano «South Carolina
Sunday Post»:
1 Mencion especial merecen en tal sentido. Ilya Ehrenbourg, a quien el mismo Lenín llamaba «la ramera
al alcance de todos», y Yevgeni Evtouchenko, depurados por «trotzkistas» y ambos judíos. (N. del A.).
2 Somos conscientes de que «antijudío» no significa necesariamente antisemita, pero, dado el clima
imperante, creemos necesaria esa concesión a la inercia mental de los más (N. del A.).
3 Encyclopedia Britannica, Vol. XIII, pág. 63-B (Edición de 1953).
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