Page 35 - Mitos de los 6 millones
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cuando la Gran Prensa acusara a los nazis de «todos los pecados de Israel», para utilizar una
expresión bíblica, las alegaciones de exterminación masiva de civiles judíos no tuvieron
eco destacado en la prensa de los paises Aliados. Solamente a finales de 1944 recrudeció la
campaña sobre los campos de extermina cion, pero siempre en noticias de segunda página,
Basta para cerciorarse de ello solicitar en cualquier hemeroteca pública, ejemplares del
londinense «Times» o su homónimo neoyorquino. Toda acusación del campo Aliado iba
seguida de un desmentido alemán, con invitación a la Cruz Roja Internacional a que
comprobara la falsedad de tales acusaciones. Acusaciones de unos y desmentidos de otros
son normales dentro de los condicionantes de la guerra psicológica.
La relativa lenidad de la campaña propagandística de los Aliados a propósio del tema
judío puede explicarse, aunque no afirmaremos que ésta fuera la razón, por la posibilidad de
los nazis de acudir al testimonio imparcial de la Cruz Roja Internacional.
Es un hecho que, a mediados de 1944, cuando la victoria aijada parecía segura y
Alemania no podía acudir prácticamente a ningún testimonio impatrcial, se multiplicó la
campaña propagandística a propósito del tema concentracionario y de las exterminaciones
masivas de judíos. No obstante, la mayor virulencia se alcanzó una vez terminanda la
guerra, con el vencido adversario practicamente amordazado. Seria necio pretender que el
motivo de ese «crescendo» en el tono propagandístico fué debido a la circunstancia de haber
podido comprobar los Aliados, «de visu», la realidad de los llamados «campos de
exterminio». No se puede sostener que entidades de tan merecido prestigiocomo el
«Intelligence Service», el «F.B.I.» o el espionaje soviético ignoraran el supuesto programa
de exterminio de los judíos; no se puede sostener que los nazis quemaran a seis millones de
personas y tales entidades no se enteraran. Precisamente los Aliados tenían contactos
incluso en el Gran Cuartel General del Führer y estaban al corriente del atentado contra
Hitler el 20 de Julio de 1944. Es inconcebible, pues, que los Aliados no se enteraran de tan
macabro plan y si se enteraron, es aún más inconcebible que, disponiendo, Como
disponían, del control de las grandes agencias internacionales de noticias, no armaran un
verdadero alboroto, cuando el «leit motiv» de su propaganda consistió, precisamente, en
presentar a sus adversarios en el papel de los villanos de la película. Dejando aparte las
acusaciones de malos tratos y de asesinatos individuales o en pequeña escala, de judíos, la
primera acusación de exterminaciones masivas fué hecha por el Congreso Judeo-Americano
y Congreso Mundial Judío, conjuntamente, el 27 de Agosto de 1943, en un informe de 300
paginas que fué entregado a la prensa norteamericana. En él se afirmaba que 3.000.000 de
judíos habían sido exterminados en los campos de concentración nazis, mientras que
1.800.000 habían logrado salvarse por haber huido a la Unión Soviética y otros 180.000 a
otros paises. En dicho informe no hay ni un indicio de prueba, y sí tan sólo algunos
«affidavits» o declaraciones juradas por escrito de sedicentes evadidos de los campos nazis.
No obstante fué aceptado por los organismos oficiales norteamericanos, siendo de destacar
la virulencia de la presión ejercida por el Departamento del Tesoro, cuyo titular, Henry
Morgenthau, sostuvo un verdadero duelo con el Subsecretario de Estado John Breckenridge
Long, que se resistía a incluir el tema en la propaganda oficial norteamericana. Finalmente,
Morgenthau, con el poderoso apoyo del Secretario de Justicia, Felix Frankfurter y del
1
propio huesped de la Casa Blanca logró doblegar la resistencia de Breckenridge Long y
1 El Presidente Franklin Delano Roosevelt, pertenecía a la séptima generacióñ del hebreo Claes
Martenszen van Roosevelt, expulsado de España en 1620 y refugiado en Holanda, de donde emigró, en
1650 o 1651 a las colonias inglesas del Norte de América, según investigaciones fueron continuadas por
el publicista judío Abraham Slomovitz quien publicó en el «Jewish Chronicle» que los antepasados
judíos de Roosevelt residían en España y se apedillaban Rosacampo. Robert E. Edmondsson, que estudió
el árbol genealógico de los Roosenvert-Rosacampo-Martenszen-Roosvelt dice que, desde su llegada a
América tal familia apenas se mezció con elementos anglosajones puros, abundando sus alianzas
matrimoniales con Jacobs, Samuels, Abrahams y Delanos. La propia esposa de Roosevelt era judía y
fervorosa sionista. El New York Times del 4 de Marzo de 1935 recogió unas manifestaciones de
Roosevelt en las que se reconocía su origen judío. (N. del A.)
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