Page 30 - Mitos de los 6 millones
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Para ésta, la creencia en tal entelequia mantiene en pié un muro de horror entre Alemania
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Occidental y los demás paises de la Europa residual aún no sometidos al Comunismo. Si
seis millones de judíos fueron exterminados, muchísimos alemanes debieron saberlo; si lo
sabían y lo toleraban Alemania era – y debe continuar siendolo – un país de salvajes,
indigno de la convivencia internacional. Así se mantiene una resquebrajadura permanente en
el ya de por sí poco sólido edificio de la Alianza Atlántica. Para aquél,– para el Sionismo –
, la pervivencia del mito representa la seguridad de poder continuar contando con la
República Federal Alemana como enjuagador de los permanentes déficits del Estado de
Israel.
Los campos de concentración para judíos y (no-judíos) estaban ubicados en las
siguientes ciudades: Natzweiler, Dachau, Flossenburg, Buchenwald, Bergen-Belsen,
Neuengamme, Ravensbrück, Sachsenhausen, Gross-Rosen, Theresienstadt, Mauthausen,
Stutthoff, Chelmno, Treblinka, Sobibor, Maidanek, Belzec, Auschwitz-Birkenau, Vught,
Dora, Beuchow, Drancy, Ellrich, Elsing, Gandersheim, Gurs, Herzogenbusch, Kistarcsa,
Lublin y Wolzec.
Para empezar, he aquí una fantástica coincidencia. Según la literatura
concentracionaria, aún cuando los malos tratos ejercidos con lunático sadismo se dieron en
todos los campos citados, sólo fueron «campos de exterminación» propiamente dichos los
de Auschwitz-Birkenau, Stutthof, Chelmno, Belzec, Treblinka, Maidanek y Sobibor, es
decir, todos los situados en territorio actualmente controlado por los comunistas, rusos o
polacos. Se ha podido probar que ni Dachau, ni Buchenwald ni Bergen-Belsen fueron
«campos de exterminación»; cuando se ha pretendido continuar las investigaciones en los
siete campos restantes, actualmente en territorio controlado por los comunistas, éstos han
declarado, bajo «palabra de honor» que la versión que los presenta como campos de
exterminio es correcta, y el asunto se ha dado por zanjado. Así pues, la cuestión de los
campos de exterminio se inicia, ya, con una coincidencia matemáticamente super-
improbable. Pero de ello ya hablaremos más adelante, al estudiar el caso campo por campo.
Ahora creemos interesante hacer un inciso sobre la necesidad del internamiento de
grandes masas civiles de halógenos potencialmente hostiles, llevada a cabo por paises en
estado de guerra.
Sin necesidad de remontarnos a conflictos bélicos anteriores, y circunscribiendonos
a la última guerra mundial, observaremos que los Estados Unidos de América, a los que se
supone patentados campeones del Derecho, la Justicia, la Democracia, etc, etc,. adoptaron,
contra los halógenos a los que consideraron potencialmente peligrosos, una serie de medidas
tan racistas como odiosas. Concretamente, y salvo rarísimas excepciones, los casi 150.000
norteamericanos de origen japonés, residentes en la costa occidental de los Estados Unidos y
especialmente en California, fueron internados, pocos días después de la ruptura de
hostilidades entre los Estados Unidos y el Japón, en campos de concentración, y
mantenidos en una situación de subalimentación que causó la muerte de, como mínimo, la
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mitad de ellos. Sus bienes fue–ron incautados y ahora, a posteriori, numerosos escritores
e historiadores nor–teamericanos han reconocido la injusticia del trato dado a unos
ciudadanos norteamericanos, de naturaleza y de nacimiento, y que por razón del color dé su
piel, sin sospecha alguna de deslealtad al gobierno de los Estados Unidos, sin precedentes
recientes y reiterados de animosidad contra el país, cual era el caso de numerosos judíos
1 Es curioso, pero nadie parece sorprenderse del hecho de que sólo se exijan reparaciones por los
supuestos judíos exterminados al Estado de la Alemania Federal y no a la titulada República
Democrática Alemana, controlada por los comunistas. Un hecho tan sencillo y a la vez tan sorprendente
parece haber escapado a todo el mundo (!). (N. del A.).
2 Austín J. App: «Morgenthau Era Letters».– Charles Lindbergh: «The Wartime Journals of Charles A.
Lindbergh».
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