Page 197 - AZUFRE ROJO
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196         Antoni  Gonzalo  Carbó        |        El Azufre  Rojo  VIII  (2020), 153-199.        |        ISSN: 2341-1368





                           cortadas contra su rostro, comparable a la luna, diciéndose para sí:
                           “Como es la sangre la que colorea la tez del hombre, quiero servirme
                           hoy de ella para volver mi rostro bermejo . No quiero parecer pá-
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                           lido a los ojos de nadie; sino que quiero estar rojo, por temor a que
                           el que me viera pálido en este momento pudiera pensar que he ex-
                           perimentado temor. Ahora bien, como yo no experimento el menor
                           temor, debo tener el rostro bermejo. Cuando el sanguinario hombre
                           que ha ejecutado la sentencia pronunciada contra mí se vuelva hacia
                           el patíbulo, verá que hay allí un hombre valiente.» 128

               Según un rito pintoresco iranio, los participantes en la f esta popular del fuego sagrado im-
               ploran que éste les otorgue su rojez (surḫī, que es el signo de la santidad y de la felicidad) y
               les quite la palidez (zardī, lit. «el color amarillo», signo de enfermedad y de miedo )129 . En el
               suf smo persa la rojez (surḫī) simboliza la fortaleza en el recorrido de la vía . El poeta Fajr al-
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               Dīn ‘Irāqī exclama: «He tirado en una esquina la alfombra de oración, y he tomado la copa
               de vino cuyo color es semejante al rostro del Amigo.»  Lo mismo hace luego el mártir de
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               Bagdad con sus brazos, ya que considera que «la ablución no es válida si no es con la sangre
               del corazón» (Taḏkirat al-awliyā’, 2:144) . También Ibn Abī l-Ḫayr había dicho que el cadal-
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               so es para los héroes (Ibn al-Munawwar). Es el tema turco del misterio divino revelado por
               la Rosa roja «que tiene los brazos embadurnados de sangre, como el amante» (= Manṣūr;
               cf. la oda de Lāmi‘ī) . En el Maṯnawī  Rūmī transpone al caso de ‘Alī, el I imām, mártir
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               de los šī‘íes, el célebre salmo en el cual Ḥallāǧ pide su sacrif cio: «¡Matadme pues, mis f eles
               amigos, pues en la muerte está mi Vida! (uqtulūnī, yā ṯiqātī – inna fī qatlī ḥayātī) / ¡Mi muerte es





               127 Per. Surḫ rū’i, lit. tener el rostro (las mejillas) rojo, signif ca guardar su honor y su orgullo.
               128 Farīd al-Dīn ‘Aṭṭār, Mantic Uttaïr ou Le langage des oiseaux, poème de philosophie religieuse (Manṭiq al-ṭayr),
               trad. del per., pref. y nn. de M. Garcin de Tassy, París: Imprimerie Impériale, 1863, c. XXV, «Anécd-
               ota sobre Ḥallāǧ», vv. 2261-72, pp. 123-4. Cf. L. Massignon, «L’œuvre ḥallagienne d’Aṭṭâr», en Opera
               minora, o.c., t. II, pp. 146, 148.
               129 M. Mokri, La lumière et le feu dans l’Iran ancien (Origine, structure, développement et systématisation) et leur
               démythif cation en Islam. Spiritualité iranienne et libéralisation des idées par l’Islam face à l’obscurantisme millénaire
               et le pouvoir absolu, 2.ª ed., París; Lovaina: Peeters, 1982, p. 21.
               130 Cf. Faḫr al-Dīn ‘Irāqī, Risāla-yi lama‘āt wa risāla-yi iṣṭilāḥāt, ed. de Ǧ. Nūrbaḫš, Teherán, 1353/1974, p. 65.
               131 Maǧmū‘a-yi āṯār-i Faḫr al-Dīn ‘Irāqī, ed. de N. Muḥtašam, Teherán: Zawwār, 1372/1994, p. 297,
               v. 3568.
               132 Farīd al-Dīn ‘Aṭṭār, Le mémorial des saints, o.c., p. 306; Manṣūr Ḥallāǧ, Diván, o.c., p. 33.
               133 Cf. L. Massignon, La passion…, o.c., t. II, p. 409.
               134 M 4:109.
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