Page 193 - AZUFRE ROJO
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192         Antoni  Gonzalo  Carbó        |        El Azufre  Rojo  VIII  (2020), 153-199.        |        ISSN: 2341-1368





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               y quemado «mañana», por la Ley, por amor a Él . La última frase de Ḥallāǧ antes de ser de-
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               capitado fue: «¡Lo que cuenta, para el extático, es que su Único lo reduzca a Su unidad!» .
               En el capítulo de la Taḏkirat al-awliyā’ (Memorial de santos) del gran poeta místico persa Farīd
               al-Dīn ‘Aṭṭār (m. 618/1221) dedicado a Ḥallāǧ, se alude a los dos aspectos que nos ocupan,
               la decapitación y la sangre:

                           «Luego  le  cortaron  las  manos.  […]  Entonces,  con  las  dos  manos
                           cortadas y sangrientas, se frotó la cara y se empapó de sangre la cara
                           y los brazos. Dijeron: “¿Por qué lo hiciste?” Él dijo: “Mucha sangre
                           ha salido de mí, y sé que mi cara está pálida. Vosotros creéis que la
                           palidez de mi cara se debe al miedo. He frotado con la sangre mi cara
                           para que a vuestros ojos mi cara sea roja [surḫ-rū, con la «cara roja»,
                           como le describe ‘Aṭṭār, que es otra forma de decir «honorable»], que
                           el color de las mejillas de los hombres es su propia sangre”. Dijeron:
                           “Si has vuelto roja tu cara con sangre, ¿por qué también los brazos?
                           Él dijo: “Hago la ablución”. Dijeron: “¿Qué ablución?” Dijo: “En el
                           amor (‘išq) hay dos prosternaciones para las cuales la ablución no es
                           correcta sino con sangre”.»

                           «Luego, le cortaron la lengua; y era la hora de la oración nocturna
                           cuando  le  cortaron  la  cabeza.  Él  sonrió  y  abandonó  la  vida.  Las
                           gentes emitieron un profundo clamor. Y fue así como Ḥusayn [al
                           igual que un jugador de polo] condujo la pelota del decreto hasta el
                           límite de la satisfacción [divina] y de cada uno de sus miembros se
                           elevaba el canto: “Yo soy la verdad”.


                           Al día siguiente dijeron: “La sedición será ahora mayor que durante
                           su vida”. Luego lo quemaron. De su ceniza llegaba el canto: “Yo
                           soy la verdad”. Y mientras lo estaban asesinando, con cada gota de
                           su sangre que alcanzaba el suelo se formaba el dibujo de la palabra
                           Allāh.» 115





               113 L. Massignon, La passion…, t. I, p. 659.
               114 Ib., t. I, p. 57.
               115 Farīd al-Dīn ‘Aṭṭār, The Tadhkiratu ‘l-awliyā, ed. de R. A. Nicholson, 2 vols., Londres; Leiden: Lu-
               zac & Co; E. J. Brill, 1905-7, II, pp. 143-4. Trad. cast.: Farīd al-Dīn ‘Aṭṭār, «Sobre Ḥusayn b. Manṣūr
               Ḥallāǧ», en Manṣūr Ḥallāǧ, Diván, ed. y trad. del ár. de M. Nuin; C. Janés, Guadarrama (Madrid):
               Ediciones del Oriente y de Mediterráneo, 2002, pp. 33, 34.
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