Page 150 - Egipto TOMO 2
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152 EL CATEO
apa£?a el son de los lamentos; v entre tanto el cortejo sigue su camino para no detenerse ya
hasta llegar á las puertas de la ciudad, donde acampa por última vez hasta la puesta del sol,
repitiéndose el espectáculo de las manifestaciones de júbilo y de
recibiendo nuevas visitas y
los aves de dolor. Desgraciadamente el ojo del afligido tarda más en secarse que el que se
humedece á impulsos de la alegría.
La gente acomodada para dirigirse á la Meca, toma el ferro-carril, ó el vapor que la
lleva hasta Djeddah. Para arrostrar las incomodidades del viaje por tierra, es preciso ser
ó muy pobre ó muy devoto, y abrigar el temor de disminuir los méritos de la peregrinación,
prescindiendo de las prácticas seguidas en otros tiempos, ó por fin tenerle miedo á los incon-
venientes de un viaje por mar. El labrador acomodado, y hasta el indigente felah, suelen
llevar en su compañía, montados en sus camellos y provistos de lo que juzgan menester
para el camino, su familia toda, es decir, su harem completo, madre, hijos y esposas.
Las mujeres durante el dia entonan himnos de alabanza en honor del Profeta, y por la noche
preparan la comida de su señor, repartiendo las sobras á los mendigos que forman parte de
la caravana y á los derviches indigentes que anualmente suelen hacer la peregrinación.
Entre ésta hay no pocos tipos sumamente originales, por no decir medio locos, á quienes,
sin embargo, no sólo se respeta, sino que se honra y venera como santones. Los peregrinos
todos, pordioseros ó propietarios acomodados, tienen á mucha honra haber hecho la visita
á los lugares santos y aún miran con cierta complacencia el que á su nombre se añada el
título honorífico de haggi, en dialecto siriaco, hadji, á que les da derecho el haber llevado á
cabo la peregrinación.
OENTES QUE AGUARDAN EN LA PLAYA DE SUEZ LA LLEGADA DEL BUQUE EN QUE REGRESAN LOS PEREGRINOS