Page 148 - Egipto TOMO 2
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con el objeto de que siquiera el orillo toque á aquella, ya que esto basta para que alcancen
idéntica virtud. De todos los pechos se escapan ardientes oraciones, mezclándose al prolon-
gado rumor que de ello resulta, semejante al rumor de un trueno continuado, el agudo-
chillar de las mujeres, que vibra constante en el más elevado diapasón.— Y todo esto por una
simple litera vacía, de antigua forma; por una caja cuadrada, de techo puntiagudo, tapizada
de una estofa chillona en cuyas orlas vense bordadas sentencias del Coran. La emoción
religiosa va creciendo en derredor nuestro como la marea que sube; mas suponiendo que nos-
hubiésemos sentido dispuestos á participar de ella, habríalo impedido la vista de dos figuras
que de pronto se ofrecieron á nuestras miradas. Constituye una de ellas cierto hombre
semidesnudo, de enmarañada cabellera, que jinete en un camello, marcha detrás de la litera:
es el Jeque-camello , que cada año acompaña la caravana en tan desarrapado arreo. La otra
es la del Padre de los gatos ó Jeque-gato , que pone término á la comitiva, con sus compa-
ñeros de silla de cuatro patas y largo rabo.
Terminado el paso de la procesión, huimos las apreturas de la muchedumbre, y por
solitarias callejuelas transversales nos dirigimos á las afueras de la ciudad, á buscar la
puerta de Bab-el-Nasr por donde debe desembocar la comitiva. Aquí descansan los expedi-
cionarios bajo las tiendas durante dos ó tres dias, y después la caravana se pone en movi-
miento, haciendo alto, al cabo de unas cuatro horas, en Birket-el-Hagg el lago de los
peregrinos, constituyendo esta marcha la primera etapa. Aquí se reúnen á la caravana los
romeros que se han retrasado : llénanse los odres de agua, y el conductor da la orden de
marcha hácia el oriente á través de las arenas del desierto arábigo. Treinta y siete dias,
lo ménos, ha de durar el viaje á lo largo de esas áridas y solitarias comarcas, ántes de que
avisten los desventurados los santos lugares, y tres meses, por lo bajo, ántes de que se hallen
de vuelta en el Cairo. El pensamiento de los que se han quedado les sigue durante su
larga peregrinación; mas, por lo que á nosotros toca, todavía tendremos ocasión de verlos
de nuevo, con motivo de las ceremonias que llevan á cabo en la Meca, especialmente en el
dia 10 del mes de los Peregrinos, en el cual el mundo musulmán celebra una de las fiestas
más importantes, la fiesta del Sacrificio, la cual tiene por objeto recordar á todos los sectarios
del Islam el sacrificio del cordero que en aquel mismo dia realizan los peregrinos en el monte
Arafat. En él se ofrecen millares de víctimas, puesto que hasta el más menesteroso reúne
sus últimas monedas á fin de comprar el cordero que, después de muerto por el mismo,
ha de servir de alimento á toda la familia durante los cuatro dias festivos que siguen á éste.
La caridad musulmana ha provisto á las necesidades de los pobres por medio de fundaciones
públicas, de manera que raro es el musulmán que, en los dias de que se trata, no cuenta con
su pedazo de carnero asado.
A aquellos en que se celebra la fiesta del sacrificio, suceden otros más tranquilos;
pero no desprovistos de interés, gracias á las noticias que, por medio de cartas, dan de
sus personas los que toman parte en la peregrinación. En ellas se da cuenta á los parientes
que se han quedado en Egipto, de las penalidades del viaje; del movimiento que en virtud