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preferimos, cual si fuera uno de nuestros compañeros de viaje, enseñarle los monumentos
en los lugares mismos en que se encuentran, y mostrarle la manera como el reino de
feliz, transcurrida en un aislamiento,
los faraones, después de una juventud tranquila y
durante el cual bastóse á sí mismo, y ocupado en la educación de sus facultades íntimas,
según nos revelan elocuentemente las pinturas de Memphis y de Beni-Hassan, después de
algunos siglos de opresión, irguióse repentinamente cual resorte poderosísimo que se siente
descargado del duro peso que le oprimía, y merced á una sacudida poderosa, alcanzó la
fuerza indispensable para dejar sumidos en las sombras á los demás imperios del mundo.
En Tanis hemos encontrado á los descendientes de aquellos extranjeros que conquistaron
el Egipto; en Tébas tendremos ocasión de admirar la época brillante de la historia faraónica:
al presente continuaremos nuestro viaje hácia Siut-Lykopolis, donde se encuentran vivos
los recuerdos contemporáneos de los desgraciados príncipes, bajo los cuales el valle del
Nilo se vió invadido por los Hyksos. Como tenemos prisa para llegar, pasamos delante de
importantísimos monumentos sin detenernos ni un solo instante, reservándonos hablar de
los mismos cuando refiramos la historia de su fundador; siquiera tengamos que renunciar
para ello al placer que experimentaríamos, realizando con nuestros compañeros una excursión
á través del valle pintoresco que se abre á una hora de distancia de Beni-Hassan, en el cual
se encuentran las grutas consagradas á la diosa Pacht ó Sekhet. En este país es conocida
con el nombre de «Pacht la grande, la dama de Seth en su templo de roca.» El lector
ha trabado va relaciones con esta divinidad primitiva^ ha visitado en Bubastis, el lugar
en que se le prestaba culto en el bajo Egipto, y contemplado las estatuas con cabeza de
gata ó de leona, que la representan. Los griegos le dieron el nombre de Artemisa, de
donde nació el nombre de Speos Artemidos , ó gruta de Artemisa para el santuario abierto
en la montaña y para las cuevas á ella próximas, en las cuales fueron halladas en otro
tiempo no pocas momias de gato. En la época en que Champollion visitó estos lugares,
existia un verdadero cementerio de perros y gatos. Si adelantamos hácia el Sur, encon-
traremos esparcidos en uno de los más hermosos bosques de palmeras que puedan encon-
trarse en todo el Egipto, los insignificantes restos de la ciudad de Antinoe, fundada por
Adriano, sobre el sitio en que se levantara la antigua Besa, y en el punto mismo que
eligiera para sacrificarse en su obsequio su favorito el hermoso Antinoo. Un oráculo
había anunciado al César que estaba amenazado de experimentar una pérdida inmensa, y
el fiel bitinio, para que se realizara la predicción, y á fin de librar á su señor de una
desgracia más intensa, se precipitó en el Nilo. Teniendo esto en cuenta, no se extrañará
que el César le llorara amargamente: que le elevara á la categoría de héroe y que le mandara
erigir numerosas estatuas hasta bajo la forma de conocidas divinidades. Más al Sur todavía,
encontramos en El-Berslieh un sepulcro en el cual se halla representada la traslación
de un coloso: nos proponemos hablar de ello cuando nos ocupemos en las estatuas gigan-
tescas de Tébas. Junto á Tell el Amarna, nos embarcamos de nuevo á bordo de la
dahabijeh, pero no sin haber visitado ántes los cimientos de edificios inmensos que el tiempo
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EGIPTO, TOMO II.