Page 203 - Egipto TOMO 2
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                áun cuando ellos principalmente la sentían, alcanzábales también á las clases ménos acomo-
                dadas, merced al interés que por ellas se tomaban los señores. Así se desprende de las
                numerosas inscripciones en que  éstos se alaban de haber practicado  los deberes de  la
                humanidad. El venerable Ameni, á quien pertenece la primera de las tumbas que hemos
                visitado, dice de sí mismo que fué un señor bondadoso y que mereció el afecto de toda la
                ciudad: que á nadie hizo daño ni siquiera al hijo de un hombre de la plebe: que no había
                oprimido á la viuda, ni despojado al desvalido, ni tomado sus dependientes á un pobre diablo,
                un señor de cinco manos, para emplearlos en trabajos públicos: que en su tiempo no hubo
                hombre alguno desgraciado, pues no se experimentaron los suplicios del hambre, y  si por
                acaso ésta se dejó sentir, cultivó todas las tierras del nomo de Mah hasta sus límites del Norte
                             el desierto constituían los límites por el Este y el Oeste): que dió frutos
                y del Sur (el Nilo y
                fse-anch  á los habitantes y les proporcionó alimentos, de manera que no hubo uno solo que
                                                     experimentara  los  rigores  del
                                                     hambre, hasta el punto de que
                                                     la viuda no pudo echar de ménos
                                                     la falta de su difunto marido,
                                                     pues no hubo  distinción para
                                                     hacer los repartos entre rico y
                                                     pobre, poderoso y  desvalido.
                                                        Dar de comer al hambriento,
                                                      dar de beber al sediento, vestir
                                                      al desnudo, constituyen la má-
                                                      xima principal de la moral egip-
                                                      cia.  Ésta se encuentra reprodu-
                cida incesantemente, y según parece, en la época á que nos referimos, no se contentaban con
                predicarla, sino que la practicaban sin cesar.
                  En las tumbas de Beni-Hassan no vemos nada, ó por lo ménos existe muy poco que se
                refiera á la muerte; pero en cambio podemos asistir como testigos á las ceremonias de los
                entierros y á la conducción del cadáver hácia la tumba de Osiris, en Abydos. Asunto es éste
                de que nos ocuparemos más adelante.
                  En ambas orillas del Nilo se encuentran numerosos sepulcros abiertos en la calcárea de la
                montaña. No pretendemos que el lector nos acompañe en semejante visita: pues sabemos por
                experiencia, que las repeticiones acaban por causar fastidio, y que sólo  el estudioso puede
                encontrar nuevos elementos para sus observaciones, en lo que á primera vista no son más
                que reproducciones de lo ya conocido. Cuanto más se fija en los detalles, mejores resultados
                alcanza respecto de los fines que se propuso obtener: su misión se reduce á hacer prove-
                chosas las enseñanzas que ha adquirido, examinando, á veces sin resultado positivo, uno
                y  otro documento:  el  lector es  el que  se aprovecha de  tales  resultados.  Por nuestra
                parte no tenemos intento de  ofrecerle una  historia completa de  la civilización egipcia:
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