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204 EL EGIPTO SUPERIOR
áun cuando ellos principalmente la sentían, alcanzábales también á las clases ménos acomo-
dadas, merced al interés que por ellas se tomaban los señores. Así se desprende de las
numerosas inscripciones en que éstos se alaban de haber practicado los deberes de la
humanidad. El venerable Ameni, á quien pertenece la primera de las tumbas que hemos
visitado, dice de sí mismo que fué un señor bondadoso y que mereció el afecto de toda la
ciudad: que á nadie hizo daño ni siquiera al hijo de un hombre de la plebe: que no había
oprimido á la viuda, ni despojado al desvalido, ni tomado sus dependientes á un pobre diablo,
un señor de cinco manos, para emplearlos en trabajos públicos: que en su tiempo no hubo
hombre alguno desgraciado, pues no se experimentaron los suplicios del hambre, y si por
acaso ésta se dejó sentir, cultivó todas las tierras del nomo de Mah hasta sus límites del Norte
el desierto constituían los límites por el Este y el Oeste): que dió frutos
y del Sur (el Nilo y
fse-anch á los habitantes y les proporcionó alimentos, de manera que no hubo uno solo que
experimentara los rigores del
hambre, hasta el punto de que
la viuda no pudo echar de ménos
la falta de su difunto marido,
pues no hubo distinción para
hacer los repartos entre rico y
pobre, poderoso y desvalido.
Dar de comer al hambriento,
dar de beber al sediento, vestir
al desnudo, constituyen la má-
xima principal de la moral egip-
cia. Ésta se encuentra reprodu-
cida incesantemente, y según parece, en la época á que nos referimos, no se contentaban con
predicarla, sino que la practicaban sin cesar.
En las tumbas de Beni-Hassan no vemos nada, ó por lo ménos existe muy poco que se
refiera á la muerte; pero en cambio podemos asistir como testigos á las ceremonias de los
entierros y á la conducción del cadáver hácia la tumba de Osiris, en Abydos. Asunto es éste
de que nos ocuparemos más adelante.
En ambas orillas del Nilo se encuentran numerosos sepulcros abiertos en la calcárea de la
montaña. No pretendemos que el lector nos acompañe en semejante visita: pues sabemos por
experiencia, que las repeticiones acaban por causar fastidio, y que sólo el estudioso puede
encontrar nuevos elementos para sus observaciones, en lo que á primera vista no son más
que reproducciones de lo ya conocido. Cuanto más se fija en los detalles, mejores resultados
alcanza respecto de los fines que se propuso obtener: su misión se reduce á hacer prove-
chosas las enseñanzas que ha adquirido, examinando, á veces sin resultado positivo, uno
y otro documento: el lector es el que se aprovecha de tales resultados. Por nuestra
parte no tenemos intento de ofrecerle una historia completa de la civilización egipcia: