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EL EGIPTO SUPERIOR 199
rubio de su cabellera. Semejante singularidad , que constituye excepción rarísima entre los
árabes y los felahes, era motivo de horror para la muchedumbre en tiempo de los faraones,
puesto que el rojo era el color de Seth (Tvphon), y los rubios y rojos, acaso por odio contra
los intrusos de origen semítico, eran tenidos por typhonianos. Del propio modo que Abscha
y los suyos, los extranjeros, sólo mediante grandes precauciones, eran admitidos en el interior
del valle sagrado. Un decreto del tiempo de Usertesen III, descubierto en Semneh, prohibia
pasar la frontera hasta á los negros inofensivos del alto Xilo, como no fuera acompañando
sus rebaños ó con el propósito de contratarse en clase de criados ó dependientes. No
obstante lo dicho, el aislamiento absoluto de los tiempos más antiguos, fue roto repetidas
veces durante los siglos en que nos estamos ocupando. Un papiro del Museo de Berlin
refiere las aventuras de Sinah, y la manera cómo atravesó las líneas fortificadas que protegian
el Este de la Delta, después de lo cual marchó hácia Oriente, se estableció en Edom, alcanzó
la mano de la hija del príncipe que gobernaba en dicho país y acabó por regresar á Egipto
donde fué espléndidamente recibido por el faraón.
Pasar al extranjero no sólo era cosa inaudita, sino también espantosa; sin embargo, los
extranjeros que sólo aisladamente habian llegado á penetrar en el alto Egipto, los encontramos
ya en número extraordinario en las regiones de la Delta, con posterioridad al reinado de los
Heracleópolitanos, con la circunstancia de que no sólo tenian monopolizado el comercio de
los puertos del Mediterráneo, sino que crecieron en número, y de un modo casi prodigioso,
al compás que fueron desapareciendo los rigores y precauciones que en lo antiguo pesaron
sobre ellos. La dinastía duodécima acabó por una mujer, Sebek-Nefrura: el primer príncipe
de la décimatercia adquirió al parecer su derecho y su legitimidad, mediante haberse unido
con ella en matrimonio. Durante su reinado, el bajo Egipto, en el cual abundaban extraor-
dinariamente los semitas, cayó bajo el dominio de los Hyksos, que impelidos por los pueblos
procedentes del interior del Asia, destruyeron los reductos y las guarniciones que tenian á su
cuidado vigilar las fronteras del imperio faraónico y acaso fueron recibidos como libertadores
por las gentes de la misma raza que habitaban en las comarcas de la Delta, \ mieron á pié y
á caballo: con anterioridad á la época de su aparición, no se habia visto caballo alguno en las
obras monumentales : en cambio es por toda manera prodigioso el número de lo& corceles de
pura raza que se contemplan en aquellos que fueron erigidos con posterioridad á la época
de su expulsión. En Beni—Hassan existen muchas tumbas que se distinguen por la masa
extraordinaria, hasta el punto de ser sorprendente, de los animales en ella representados,
v sin embargo, seria inútil buscar en las mismas un solo caballo. Éste es el amigo del soldado,
v en la época á que nos referimos, todo respira paz; cuanto conocemos relati\ amente á
armas, está poco menos que completamente desprovisto de importancia. En el mero hecho
de haberse considerado cosa verdaderamente extraordinaria el haber puesto en pié de guerra
cuatrocientos hombres, se comprenderá que no se conocía el espíritu belicoso en el país: hay
más aún, la autonomía política y religiosa que tenia divididos y caracterizaba cada uno de los
el poderío de los príncipes de cada provincia, eran obstáculo poderosísimo para
nomos, y