Page 400 - Egipto TOMO 2
P. 400
316 TEBAS
consignar, que no existe de fijo en el mundo entero sala alguna que, ni de lejos, con la que
nos ocupa pueda compararse. Es una sala para grandes fiestas y solemnidades: no para
hombres mortales y pigmeos, sino para dioses y para gigantes. Ciento treinta y cuatro
columnas, ni una más ni una ménos, de una altura y de una resistencia colosales, sostienen
los arquitrabes y las enormes losas de piedra que constituyen la techumbre. Seis pares de
columnas terminadas por admirables capiteles en forma de
flor de loto, terminan la vía
triunfal que conducía desde el antepatio al interior del santuario á través de antiguas
construcciones: las ciento veintidós columnas restantes están terminadas por capiteles que
afectan la forma de capullos de flores y tienen alguna menor elevación que las doce del
centro. Las hileras de columnas situadas á derecha é izquierda de éstas, estaban provistas
la altura del abaco de las
de ventanas cerradas con calados de piedra, que alcanzaban á
doce grandes columnas caliculadas, con las cuales sostenían las grandes losas que formaban
el techo de la nave central de la gran sala, y le proporcionaban al propio tiempo parte
de la luz que había menester. Los fieles que dirigían á los dioses sus preces desde este
sitio debían imaginarse perdidos en medio de un bosque de flores gigantescas, en un mundo
más grande que el mundo en que vivimos. La luz del sol se filtraba en el interior tamizada
por el calado de las ventanas; pero en el cielo de piedra que los capullos y las flores
levantaban encima de su cabeza, distinguía las estrellas de oro de la noche, destacándose
sobre un fondo azul. Cualquiera que fuese la dirección que imprimía á sus miradas, podía
recibiendo de ellos los bienes de la
contemplar al rey presentando sus ofrendas á los dioses y
vida. Muchas son las columnas que han caído y yacen convertidas en escombros; otras,
perdido su centro de gravedad, amenazan ruina; mas aún así, puede muy bien asegurarse,
que ni aun en la época en que servia para los actos del culto, esta maravilla de la arqui-
tectura ha producido jamás un efecto parecido al que ofrece al presente, en que puede la
mirada del viajero abarcarla en conjunto, y con ella los aposentos semidestruidos y los
obeliscos que detrás de la misma se levantan. En la época en que todavía se cantaban en
este sitio himnos á Amon y quemábanse en su honor resinas olorosas, el acceso á la sala
hipóstila, lo mismo que en Denderah, sólo estaba permitido á los iniciados, eligiéndose los
muros exteriores para la representación de los hechos históricos. Sobre los que miran al
Norte (I\ a-b) pueden examinarse aún seis cuadros con inscripciones, que se refieren á las
victorias alcanzadas por Seti sobre los pueblos situados en la región del Este y nos ponen de
manifiesto al Earaon, que montado en su carro, que arrastran dos fogosos caballos, salva las
fronteras de Egipto (Chetem-Etham); somete las tribus levantiscas de los Schasu; marcha
contra la Siria á través de la Palestina; se apodera de las plazas fuertes; construye sobre el
territorio enemigo nuevos puestos militares, magníficamente situados para mantener á raya
á los vencidos; arroja delante de sí á los pastores y sus rebaños; se apodera de Kadesch,
capital y ciudadela de los chelas ; corta los cedros del Líbano para hacer frente á la escasez de
leña que se siente en su país, y finalmente regresa á Egipto cargado de riquísimo botín y de
cabezas cortadas. Nuestros lectores conocen ya la recepción que se le hizo junto al canal de