Page 469 - Egipto TOMO 2
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380           DE LA CIUDAD DE AMON A LA CATARATA
                    La montaña oriental del Nilo, que ya en tiempo de Herodoto llevaba  el nombre de
                 Arábiga, ha sido formada principalmente por un alzamiento de rocas primitivas, granito,
                 sienita, pórfido, diorita y pizarra micácea de color más ó ménos sombrío. Hácia el Sur, ese
                                         macizo se enlaza con los Alpes de la Abisinia: por el
                                         Oeste ha sido separada violentamente de los levanta-
                                         mientos idénticos del Sinaí y de la península arábiga,
                                         merced á la formación de la inmensa cuenca que llena
                                         hoy el mar Rojo. En este núcleo ó nudo, ha cortado
                                         la naturaleza innumerables cordilleras de montañas
                                         enrevesadas y tortuosas, y valles que se confunden
                                         entre  sí como inmenso laberinto, unas veces suma-
                                         mente prolongados, con frecuencia muy profundos.
                                         De  cuando  en  cuando  interrumpen  de improviso
                                         las  líneas picos  aislados y enhiestos, que á veces
                                         alcanzan una altura que ño baja de diez mil metros.
                                         El país, en toda su extensión, es sumamente rico en
                                         bellezas  naturales,  en montañas de formas pinto-
                                         rescas, en enormes muros de peñascos de deslum-
                                         brantes colores, bizarramente jaspeados. La belleza
                          ACACIA SEYAL
                                         desnuda de  la  roca, completamente  desprovista en
                 estos lugares de toda capa de tierra  , de toda veladura de humus, aparece aquí en formas
                 suaves y redondeadas,  allí en  perfiles enmarañados y retorcidos,- en todas partes en  la
                 plenitud de su originalidad primitiva.  Ni falta completamente el adorno que comunica la vida
                 orgánica, puesto que de tarde en tarde, — muy raramente, es cierto, y sólo una vez al año,
                 durante los meses de invierno, — densas nubes que llevan
                 en su seno abundante lluvia, rodean las elevadas cumbres,
                 y  condensándose y estrechándose en derredor de ellas, dejan
                 caer verdaderos diluvios, cual si de un solo golpe quisieran
                 enviar al suelo toda la humedad del año. Los arroyos v los
                 torrentes que se precipitan por las gargantas y las hendi-
                 duras de las montañas, se reúnen formando corrientes impe-
                 tuosas en el fondo de los valles : desarróllanse entonces ver-
                 daderos sistemas fluviales, y  la corriente principal concluye
                 desembocando en un  valle  terminal, unas veces lenta v
                 majestuosamente, otras veces arrastrando cuanto encuentra
                 á su paso, para precipitarse en el Nilo ó en el mar Rojo,
                 según sea la orientación de la vertiente sobre la cual han caído los caudalosos y repetidos
                 chubascos. Pero  el dominio de las aguas en el desierto es de corta duración: pocos dias
                 después de haber abierto el cielo sus cataratas, durante los cuales ha corrido un riachuelo
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