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380 DE LA CIUDAD DE AMON A LA CATARATA
La montaña oriental del Nilo, que ya en tiempo de Herodoto llevaba el nombre de
Arábiga, ha sido formada principalmente por un alzamiento de rocas primitivas, granito,
sienita, pórfido, diorita y pizarra micácea de color más ó ménos sombrío. Hácia el Sur, ese
macizo se enlaza con los Alpes de la Abisinia: por el
Oeste ha sido separada violentamente de los levanta-
mientos idénticos del Sinaí y de la península arábiga,
merced á la formación de la inmensa cuenca que llena
hoy el mar Rojo. En este núcleo ó nudo, ha cortado
la naturaleza innumerables cordilleras de montañas
enrevesadas y tortuosas, y valles que se confunden
entre sí como inmenso laberinto, unas veces suma-
mente prolongados, con frecuencia muy profundos.
De cuando en cuando interrumpen de improviso
las líneas picos aislados y enhiestos, que á veces
alcanzan una altura que ño baja de diez mil metros.
El país, en toda su extensión, es sumamente rico en
bellezas naturales, en montañas de formas pinto-
rescas, en enormes muros de peñascos de deslum-
brantes colores, bizarramente jaspeados. La belleza
ACACIA SEYAL
desnuda de la roca, completamente desprovista en
estos lugares de toda capa de tierra , de toda veladura de humus, aparece aquí en formas
suaves y redondeadas, allí en perfiles enmarañados y retorcidos,- en todas partes en la
plenitud de su originalidad primitiva. Ni falta completamente el adorno que comunica la vida
orgánica, puesto que de tarde en tarde, — muy raramente, es cierto, y sólo una vez al año,
durante los meses de invierno, — densas nubes que llevan
en su seno abundante lluvia, rodean las elevadas cumbres,
y condensándose y estrechándose en derredor de ellas, dejan
caer verdaderos diluvios, cual si de un solo golpe quisieran
enviar al suelo toda la humedad del año. Los arroyos v los
torrentes que se precipitan por las gargantas y las hendi-
duras de las montañas, se reúnen formando corrientes impe-
tuosas en el fondo de los valles : desarróllanse entonces ver-
daderos sistemas fluviales, y la corriente principal concluye
desembocando en un valle terminal, unas veces lenta v
majestuosamente, otras veces arrastrando cuanto encuentra
á su paso, para precipitarse en el Nilo ó en el mar Rojo,
según sea la orientación de la vertiente sobre la cual han caído los caudalosos y repetidos
chubascos. Pero el dominio de las aguas en el desierto es de corta duración: pocos dias
después de haber abierto el cielo sus cataratas, durante los cuales ha corrido un riachuelo