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382 DE LA CIUDAD DE AMON A LA CATAEATA
por el fondo de cada una de las hendiduras de los peñascos y un apacible rio por cada uno de
los valles,
el desierto vuelve á ofrecerse con su sequedad y aridez características. Sin
embargo, la humedad ha bañado y despertado los gérmenes de las plantas que doquiera
vacian adormecidos: las matas abren sus
las hierbas y tallos, crecen, echan botones v
vastagos
y renuevos, cual en las anfractuosidades de las rocas, cual en las vertientes de las
montañas, cual en el fondo de los valles. Los arbustos y los árboles, la acacia, los tamarindos
que forman verdaderos bosques, toda especie de plantas bisanuales, ó de mayor vida aún,
dan pruebas de su vigor, por el verde intenso y lozano que cubre sus ramas y sus troncos.
Al soplo suave de la tibia primavera, que dura de enero á marzo, empiezan á abrirse flores
rojas y amarillas, que atraen con sus colores mil pintadas mariposas, zumbadoras abejas
é inquietas avispas, en tanto que se arrastran al pié de los troncos numerosas hormigas,
matizados lagartos y gran variedad de escarabeos. El pelo de los antílopes y de las gacelas
pénese reluciente, aconteciendo otro tanto al de sus enemigos los felinos carniceros del
desierto. Los pozos y las cisternas naturales se han llenado de agua fresca; aquí corre manso
un arroyuelo, allí una cascada juguetona, cuyo caudal, cada vez más reducido, es lo único
que queda de la estrepitosa catarata que, con estruendo horrísono, caía unas semanas ántes.
Es este el momento de festejar á la primavera del desierto: de penetrar hasta lo más profundo
de los tranquilos valles: de embriagarse, respirando el purísimo ambiente que sólo en estos
lugares puede encontrarse. Los habitantes de las ciudades y de las aldeas celebran con
verdadero entusiasmo el lúnes de Páscua su fiesta de primavera, su Sihimm-en-nesim (acto
de ir á respirar el aire) en un valle desierto; pues saben por experiencia que al cabo de
breves dias el simoun con su aliento abrasador, comenzará á soplar agostando las malezas, y
las hierbas quedarán convertidas en heno áspero y seco, manteniéndose en pié únicamente
los árboles
y los arbustos, para dar testimonio de la existencia de la vida orgánica.
Sobre la montaña primitiva de rocas cristalizadas, hácia el Este, el Oeste y el Norte,
extiéndense masas inmensas de piedras lustrosas, dispuestas por capas, provenientes de
depósitos marítimos, y en su mayor parte de naturaleza calcárea. Puede observarse también
que á lo largo de la linde occidental del desierto arábigo — que casi en toda su extensión se
,
llalla cortada á pico en el valle del Xilo, dominando el asperón desde el Cairo á Gebel Silsile,
y hasta á Asuan, la ciudad fronteriza del Egipto por el lado del Sur, en cuyo punto la roca
primitiva forma el borde del rio,— aparece aquélla constantemente como una inmensa meseta
calcárea, idéntica, en la mayor parte de sus puntos, á la extrema vertiente oriental del
Sahara. Atentos á esto no habría inconveniente en sostener que dicha vertiente no es más que
la continuación del desierto arábigo, cortado en dos por el valle del Xilo, sin más diferencia
que la existencia de las lluvias en el arábigo, que según dejamos expuesto, son rarísimas
por demás en el líbico. En la vertiente oriental de la montaña arábiga, que es la que se
inclina hacia la orilla del mar Rojo, la roca negra y primitiva se halla mezclada y cubierta
de rocas duras, dispuestas á la manera del esquisto. Estas montañas se elevan formando
prolongadas cadenas, y pertenecen en parte al sistema de la creta superior, al paso que el