Page 230 - Murray, Gilbert. - Grecia Clásica y Mundo Moderno [1962]
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334           GRECIA  CLÁSICA  Y  MUNDO  MODERNO

      que  no  pocos  acontecimientos  que  ocupan  diez  veces  más  de  espacio
      en  nuestras  historias.
         Pero  ahora  observemos  una  diferencia  entre  estos  dos  exponentes
      de  vida  noble.  Se  puede  sentir  un  estremecimiento  de  admiración
      ante  la  heroica  hazaña  de  Telémaco  y  éste  puede  hacerle  a  uno
      más  valeroso  y  más  fuerte.  Sin  embargo,  no  es  posible  revivirla,  no
      nos  es  dado  compartir  aquella  experiencia.  No  obstante,  cuando  con
      imaginación  verdaderamente  alerta  se  lee  el  Orfeo  y  Eurídice,  se
      puede  compartir  realmente  una  experiencia  con  Augusto  y  Mecenas  y
      todos  los  demás,  una  experiencia  que  es  muy  íntima  y  característica.
      Desde  luego,  no  hay  dos  personas  a  las  que  la  lectura  de  un  mismo
      poema  les  procure  plena  y  exactamente  la  misma  experiencia;  sin
      duda  que  no.  Pero  una  gran  parte  de  tal  experiencia  es  igual.  En  la
      gran  literatura,  cuando  los  grammata  muertos  cobran  vida  y  hablan,
      se  pueden  volver  a  captar  los  grandes  momentos  del  pasado.  Sin
      literatura  es  o  muy  difícil  o  imposible.  Nos  gustaría  saber  qué  sintió
      César  al  enterarse  del  asesinato  de  Pompeyo  frente  a  la  costa,  qué
      sentía  Bruto  cuando  se  resolvió  al  praeclarum  facinus,  qué  sentía  la
      multitud  cuando  Antonio  la  arengaba  junto  al  cadáver  de  César.  No
      es  posible  tal  cosa  si  no  es  por  una  hazaña  de  adivinación  imaginativa.
      Sin  embargo,  se  puede  sentir  exactamente  como  sentían  distintos  ro­
      manos  contemporáneos  al  escuchar  a  leer  el  idilio  virgiliano  sobre
      Orfeo.  Al  menos  la  mejor  parte  de  nuestra  experiencia  no  es  muy
      distinta  de  la  de  un  romano  que  hubiera  escuchado  la  lectura  de
      pasajes  de  Virgilio  y  se  alejara  luego,  lleno  el  espíritu  de  las  últimas
      cadencias,  que  aún  le  resonaban  en  los  oídos :
                   Eurydicen  vox  ipsa  et  frigida  lingua,
              Heu  miseram  Eurydicen,  anima  fugiente  vocabat,
              Eurydicen  toto  referebant  flumine  ripae.

         Los  documentos  históricos  pueden  informarnos  sobre  cosas  que
      sucedieron  hace  mucho  tiempo,  pero  las  grandes  obras  de  arte  o  de
      poesía  y,  diría  yo,  las  grandes  obras  de  filosofía  son  ellas  mismas  las
      cosas  que  sucedieron.  El  ejemplo  que  he  puesto  lo  he  tomado  de
      una  obra  de  pura  literatura,  pero  mi  razonamiento  tiene  una  apli­
      cación  mucho  más  amplia,  Nuestros  documentos,  nuestra  capacidad
     de  expresión,  nuestro  sentido  de  los  valores  espirituales  son  todos
     de  una  miserable  imperfección;  pero  a  veces,  aquí  y  allá,  durante  su
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