Page 226 - Murray, Gilbert. - Grecia Clásica y Mundo Moderno [1962]
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una vez fueron vividos, pero, de todo modos, para revivirlos.) Pues
bien, si uno es historiador y al estudiar una época pasada quiere
penetrar realmente en ella con la imaginación, no hay ninguna ma
nera en que pueda obrarse tal milagro tan bien y tan eficazmente como
adentrándose en su literatura. Ceteris paribus, la literatura nos dice
incluso más que el arte, aunque no cabe duda de que a continua
ción viene éste. La única condición es que sea literatura libre y expre
siva. Hay muchas sociedades que, si bien produjeron libros de alguna
especie — a veces incluso muy extensos— , no consiguieren expre
sarse de verdad en grammata, así como otras, aunque dejaron monu
mentos y obras de arte de alguna especie, nunca consiguieron expre
sarse de ese modo. Pero ocurre que los griegos y los romanos lo
consiguieron admirablemente de ambas maneras e inspiraron a sus
sucesores a hacer otro tanto.
Volvamos, por ejemplo, a Demóstenes para examinar su política.
Fue manifiestamente un fracaso. Para él representó el destierro y el
suicidio; para Grecia significó guerras constantes por parte de varios
pequeños Estados, atentos a muchos y distintos intereses, a veces
antagónicos, contra una gran monarquía militar que pudo conquis
tarlos a todos poco a poco y que por ser relativamente incivilizada
no tenía especial interés en hacer nada que no fuera conquistar a
la gente. Muchas personas, entonces y ahora, han considerado no
poco estúpido a Demóstenes por crear tantas dificultades en vez de
capitular ante Filipo en las mejores condiciones que pudiera conse
guir; y su única defensa real, en la que creyó hasta la muerte y
que los atenienses todavía mantenían cuando los había conducido al
más completo desastre, era, dicho grosso modo, que era mejor luchar
y ser aplastado que permitir que una civilización superior fuera des
bordada y destruida por otra inferior. Ahora bien, ¿cómo vamos á
saber qué era aquella civilización superior? ¿Leyendo diccionarios de
antigüedades o manuales de historia? N o; así no lo conseguiremos
nunca. Lo conseguiremos leyendo la Orestiada y las Troyanas y el
Edipo y a Tucídides y Platón e incluso al propio Demóstenes, Consi
dérense las Filípicas y las Olintíacas o el discurso Sobre la corona, y
preguntémonos cuántas veces en la historia del mundo ha sido posi
ble dirigir la palabra a una reunión concurrida al aire libre de ciuda
danos corrientes pronunciando largos discursos tan desprovistos de
retórica ostentosa o de latiguillos cómicos, tan repletos de argumen