Page 228 - Murray, Gilbert. - Grecia Clásica y Mundo Moderno [1962]
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una frase e incluso, si se trata de poetas, de la revelación de sí mismo
que conlleva alguna metáfora impetuosa o algún ritmo delicado.
¡ Cuánto no se aprende de los defectos y virtudes de la sociedad ro
mana en la primera docena de versos de Propercio o en el adiós de
Catulo a su hermano ! En eso es en lo que estriba el valor de la
composición. Claro es que se ha rendido un culto excesivo a la com
posición griega y latina en Oxford y Cambridge y en las grandes
"public schools” de las que tanto solían depender; pero la compo
sición tiene su importancia para la historia. Se ha dicho que el que
sabe escribir bien en griego ha entrado más íntimamente en el espí
ritu de un ateniense del siglo V que más de uno que haya leído
tomos y más tomos del Pauly Wissowa, y al pensar en mis estudios
me pregunto a veces si la disciplina más educadora, la que más forma
el espíritu, que me hayan enseñado alguna vez no fue la composición
en prosa griega. Aquella enseñanza hacía ir más allá de la palabra
hasta llegar al pensamiento del que era expresión, enseñando a libe
rarse del imperio de las ambigüedades y de los reclamos.
En un momento anterior de esta conferencia tomé un pasaje del
final de la primera Geórgica como ejemplo de poesía cargada de
historia, poesía que no revela su secreto hasta que la ponemos en su
perspectiva histórica. Pero permítaseme que vaya más allá. ¿Qué
se diría del largo pasaje dedicado a Orfeo y> a Eurídice al final de
la cuarta Geórgica? Como poesía pura quizá sea la cosa más hermosa
que Virgilio escribió. En cierto sentido me tienta llamarla uno de los
logros más exquisitos en la técnica del verso delicado que el mundo
haya visto jamás. Ahora bien, ¿sirve de algo al historiador? Se trata
de un simple idilio mitológico sobre cosas que nunca hicieron perso
nas que probablemente nunca existieron, sin referencia alguna al
hecho histórico desde el principio hasta el final. Tomando este pasaje
como piedra de toque, un estudioso de la literatura -— un “ simple
filólogo” , como se le llama— se esforzará en dominarlo a fondo y en
gozarlo apreciando sus especiales bellezas de ritmo y lenguaje y las
innumerables asociaciones que irradian de cada uno de sus versos,
como reverberando una y otra vez antes de extinguirse. “ Todo eso
está muy bien” , podrá decir el lector; “ sacará de él todo el goce y
la inspiración que se quiera, pero eso no le hará ser mejor historiador.
Un simple relato imaginativo de algo que nunca ocurrió ni hubiera
podido ocurrir no es historia.” Tratemos de contestar a tal objeción.