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             de Jerasalém, bascando asi, eios autores, como deicubrit
             relaciones entre los Hebreos y los Peruanos,
                No faltan opiniones que dan por cierto, el que los Toltc-
             CO0, rasa mexicana, huyendo de la peste que asolaba su
             país, vinieran al Perú.
                Tampoco han escaseado historiadores que aseveraran
             que los indios Peruanos son descendientes de Suecos, Norue-
             gos, Gaulos é Iberos, suponiendo que estas naciones habían
             enviado á las costas del Pera, colonias, en varias circuns-
             tancias y en distintas épocas.
                Muchos escritores pretenden que los indios Peruanos de-
             rifan de los Chinos y Tártaros, entre ellos el sabio Alejan-
             dro de Humboldt   y Juan Ranking, por el notable parecido
             de fisionomías y cuerpos,  y  por las similitudes  filológicas
             que permiten que éstos puedan entenderse con los indios de
             Eten y los del Huallaga, como lo asevera Vicente F. López,
             en su obra Las Razas Ananas del Perúy siendo los Chinos,
             á juicio de varias otras notabilidades científicas, los que tie-
             nen más títulos á ser considerados como los progenitores
             de los Peruanos.
                Veamos, tocante á los Chinos, la opinión de algunas de
             esas notabilidades científicas.
                Mac Carthy, en el tom. II de su Historia de los Indios
             Occidentales^ dice: «La civiliíación del Perú viene de la Chi-
             na, por dos analogías de costumbres. La primera, que los
             Peruanos, en tiempo de los Incas, tenían cuatro grandes
             fiestas en las épocas délos equinoxios y solsticios, en una de
             las cuales el Inca, en persona, araba un campo sagrado; ob-
             servándose en la China las mismas fiestas, y en una de ellas
             el Emperador con un arado de plata abre surcos en un cam-
             po sagrado, ejemplo que es imitado por los demás manda-
             rines en sus respectivas provincias (1). La segunda analo-


                (1) El Emperador de la China, con un ceremonial patético, no des-
             deñaba (hasta ayer no más, en que el Imperio transformóse en Rcpúbll-
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