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Prohibamos en Francia los reclamos de la ciudadanía, el derecho a la
                              indignación, y el derecho soberano de los trabajadores franceses a hacer
                              temblar   a   sus   instituciones,   y   no   sólo   harán   guerrillas   sino   otra
                              Revolución Cortacabezas, porque en Francia sí saben que ser ciudadano
                              es fundamentalmente no dejarse pisotear de nadie, y menos si es uno el
                              que les paga el sueldo.

                              Yo sostengo que es el Estado colombiano imperante, con su ineficiencia
                              y su irrespeto por los reclamos de la ciudadanía, el que fuerza a los
                              campesinos a adherir a esos movimientos armados que no tienen ningún
                              futuro, pero que por lo menos tienen presente.


                                            El Frente Nacional cerró además el acceso a la riqueza
                                            para las clases medias emprendedoras, y éstas se vieron
                                            empujadas   por   ello   hacia   actividades   ilícitas   como   el
                                            contrabando   y   el   narcotráfico,   ya   que   si   una   sociedad
                                            niega   las   posibilidades   legales   en   el   marco   de   la
                                            democracia económica, quienes aspiran a la riqueza sólo
                                            tienen el camino de la ilegalidad.

                                              Cierto rey babilonio, en un relato de Voltaire, consulta
                                            desesperado al oráculo porque su hija la princesa se ha
                              fugado con un vagabundo, y el oráculo le responde con estas palabras:
                              "Cuando uno no casa a las muchachas, majestad, las muchachas se
                              casan solas". Fue esto lo que ocurrió en Colombia desde comienzos de
                              los años setenta.

                              La vieja ideología señorial había impuesto aquí la absurda lógica de que
                              cualquier concesión a los pobres es un escándalo. Para ser rico, la única
                              condición era haber tenido la precaución de serlo desde la cuna, y todo lo
                              demás era pretensión descabellada y ridícula. Ello es aún más extraño si
                              pensamos   que   nuestra   clase   dirigente,   por   una   voltereta   tramposa,
                              abandonó   la   vieja   teoría  medieval  de   la  nobleza   de  sangre   y  fingió
                              adoptar los principios de la democracia liberal debidos a la Revolución
                              francesa.   Todo   ello   era   muy   bien   visto   en   la   letra,   pero   que   la
                              servidumbre no buscara propasarse, ni intentar escenas bochornosas.

                                Es muy difícil sostener una sociedad  señorial, racista, excluyente  y
                              mezquina, en la que sobreviven términos como "gente bien", "gente de
                              buena   familia",   y al   mismo tiempo barnizarla  con  un  discurso  liberal
                              aureolado por la pretensión de que todos son iguales ante la ley y viven
                              bajo el imperio de la Declaración de los Derechos del Hombre y del


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