Page 26 - COLOMBIA:
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La guerrilla, el narcotráfico y la delincuencia común no pueden ser
conjurados con meras soluciones policivas, su desaparición no depende
de una costosísima política de guerra. La guerra puede servir para
justificar presupuestos gigantescos, pero no para alcanzar la
reconciliación ni la superación efectiva de esos conflictos. El caso de la
sociedad colombiana en los últimos 50 años es el caso de un Estado
criminal que criminalizó al país.
Porque la consecuencia principal del Frente Nacional es que, abolida
toda oposición, toda vigilancia ciudadana, el Estado se convirtió en un
nido de corrupciones, en una madriguera de apetitos sin control entre dos
partidos cómplices que no admitieron fiscalización alguna.
Por un camino muy distinto, curiosamente, México llegó a una situación
semejante. Así como allá la existencia de un solo partido, sin oposición
posible, fue corrompiendo al Estado hasta convertirlo en un nido de
burócratas sin entrañas y de ambiciosos sin escrúpulos, así también
nuestra dictadura de un solo partido (con dos cabezas y con dos colores)
convirtió al Estado en una eficiente mole de corrupción, continuamente
enfrentada consigo misma, a la que ningún presupuesto le alcanza,
donde cada pequeño funcionario manipula la ley a su antojo con toda
impunidad, y donde una vasta red de compadres y amigos parásita del
caos y exprime a todo el que cae en sus manos. Desde las más altas
hasta las más bajas esferas el tráfico de influencias es la norma.
Ahora bien, ¿puede esta larga enumeración de causas explicar por qué
nuestra sociedad es incapaz de reaccionar y de modificar una situación
que se ha vuelto intolerable? "Ser maltratado no es un mérito", dijo
Bernard Shaw a un visitante que le enumeraba sus males.
He referido los precedentes de nuestra situación, pero el propósito de
estas páginas es pensar en el porvenir y atrever reflexiones sobre la
Nueva República, como la llamaba Gaitán, que estamos en el deber de
construir. Una república capaz de superar una larga historia de
negligencias y de crímenes, capaz de ofrecer al mundo algo mejor que
un recurrente memorial de agravios.
El Proyecto Nacional tantas veces postergado tiene que volver a alzarse,
hasta que la cordura y la nobleza de corazón se impongan en el mismo
escenario donde hoy persisten los negadores del país y los destructores
de su esperanza. "Todo recuerdo es triste y todo presentimiento es
alegre", dijo Novalis.
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